Descubrimientos y vanidades



Por razones obvias, me debo al secreto profesional, pero puedo decir que me produce una especial satisfacción continuar viendo en algunas mesas de novedades una novela que leí en forma de manuscrito hace ya más de un año. Obra primeriza, la novela se ha vendido bien y sigue ahí. No hablamos de grandes cifras de ventas, pero sí de ventas superiores a la media. Escribí un informe de lectura donde no amagaba los numerosos defectos del manuscrito (¡tranquilos! todos los manuscritos tienen numerosos defectos), pero que concluía con buena nota y un visto más que bueno. 

¿Fuí yo quien descubrió ese texto? No. Qué barbaridad... Antes de mi lectura, quizá había leído aquello un agente editorial, y después de mi informe, lo leería un editor, aconsejado por mí. El manuscrito pasó luego por un consejo de redacción y finalmente se aprobó su publicación. Mi intervención en el proceso cuenta, pero es minúscula en comparación con la intervención de otras personas, y es preferible que sea anónima. Pero... No lo puedo negar. Cada vez que paso por una librería y veo mi libro ahí expuesto, sonrío, muy satisfecho. Ese libro lo recomendé yo, pienso. Los lectores profesionales también sufrimos algo semejante a la vanidad.

1 comentario:

  1. Las intervenciones individuales suelen ser menudas, casi todo, cualquier obra, cualquier producto, cualquier proyecto, etc, llega al final gracias a la intervención de muchos. Al principio de mi carrera profesional, cuando veía un edificio de los que había proyectado, sentía una cierta y pequeña vanidad, ahora, cuando los veo, pienso en los dolores de cabeza que me costaron y me fijo en su deterioro.
    Saludos

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