El caso de Cunit está levantando alguna polvareda. La mediadora cultural del ayuntamiento, víctima de acoso de un energúmeno y del mal hacer de la alcaldesa y senadora Alberich, responde con indignación a las manifestaciones del PSC. Si yo me indigné, modestamente, imagínense la justa indignación de esa pobre mujer, que Dios la ayude. Van sumándose las voces que censuran el proceder de los socialistas en este caso (antes uno de los nuestros que la verdad y la justicia) y también los pescadores de ríos revueltos.
Entre éstos, el portavoz del Centro Islámico de Cataluña (CIC), que se atrevió a meter baza en la cuestión en una entrevista en Catalunya Ràdio. Otra vez, y otra, el colectivo esto, el colectivo lo otro... El caballero se despachó a gusto y acusó a la mediadora cultural de Cunit de liar una de bien gorda simplemente por ser una mala profesional, y alguna razón tendría quien quiso echarla del pueblo, insinuó. El personaje mostró sobradamente no saber lo que decía y no haberse leído el auto del juez. Al final confesó que sólo sabía lo que le habían contado en la mezquita de Cunit, donde ejercen (qué casualidad) el imán agresor y sus secuaces. Pues, mal, muy mal. Y a ver si se entera, caramba, que no se juzga a un colectivo, sino a un personaje en concreto, y no por lo que piensa o por cómo vive, sino por lo que le hizo a otra persona. Que piense y viva como le dé la real gana, pero que deje a los demás en paz, no es más que eso.
Pero ¡venga a remover las aguas!
Otro caballero, Àngel Colom, responsable de Inmigración de Convergència i Unió (Dios nos pille confesados), aprovecha para pescar un poco él también en estos lodos. Este personaje, famoso por su relación (confusa) con el señor Millet, ha señalado al imán de Cunit y al de Lleida (Lérida) por su radicalismo y por no respetar los valores de la sociedad catalana. Añade tan contento que se le debería expulsar de Cataluña [al imán de Lérida]; como mínimo, se le debería prohibir que dirigiera una asociación y eso las leyes actuales no lo permiten. Convergència [i Unió] hará lo posible para modificarlas en este sentido, añadió. Cuentan que el señor Colom y el imán de Lérida se las han tenido y que Colom califica al imán en cuestión de integrista, fundamentalista y peligroso, y de fomentar la desigualdad de género (será de fomentar un género de desigualdad, supongo, la sexual).
No defenderé las ideas del imán de Lérida, que me horrorizaría compartir y detesto, pero defiendo que la ley es la ley y que mientras no se cometa delito, no se puede acusar a nadie por pensar diferente y tener una identidad que no es como la que a mí me gustaría que fuera. Hay que joderse, y este joderse se llama democracia.
Además, ¿qué valores son ésos de la sociedad catalana? ¿Y quién dice qué valores son? Un párroco de la vieja escuela ¿comparte esos valores? ¿En qué se diferenciaría un párroco de la vieja escuela y un imán como los mencionados si tuvieran que vérselas cada uno de ellos con una de esas asistentes sociales que reparten preservativos para prevenir embarazos entre adolescentes y discute abiertamente de los problemas relacionados con el sexo con las chicas de un barrio obrero? ¿Tendríamos que expulsar también a los párrocos? Alguno firmaba ahora mismo, pero no, no es eso.
Los valores de cada uno vienen determinados por la propia identidad, y ésa és libre (parcialmente, al menos), porque yo tomo tales o cuales señas de identidad de mi entorno, tales o cuales valores y voy construyéndome a mí mismo, constantemente, un día sí y otro también. Hoy soy así y mañana, asá. Soy yo mismo y uno diferente cada día que pasa. Quien quiera juzgarme y condenarme por mis valores, atenta contra mi libertad y mi persona.
Ahora bien, en el momento en que alguien intente imponerme sus valores y su identidad sin mi permiso, sin hacer uso de la razón, sino empleando la fuerza... Ah, sí, en ese momento que caiga sobre él la cólera del Estado y la condena pública, que para algo está, y que lo dejen para el arrastre. Se trata de eso, no de otra cosa.
Entre éstos, el portavoz del Centro Islámico de Cataluña (CIC), que se atrevió a meter baza en la cuestión en una entrevista en Catalunya Ràdio. Otra vez, y otra, el colectivo esto, el colectivo lo otro... El caballero se despachó a gusto y acusó a la mediadora cultural de Cunit de liar una de bien gorda simplemente por ser una mala profesional, y alguna razón tendría quien quiso echarla del pueblo, insinuó. El personaje mostró sobradamente no saber lo que decía y no haberse leído el auto del juez. Al final confesó que sólo sabía lo que le habían contado en la mezquita de Cunit, donde ejercen (qué casualidad) el imán agresor y sus secuaces. Pues, mal, muy mal. Y a ver si se entera, caramba, que no se juzga a un colectivo, sino a un personaje en concreto, y no por lo que piensa o por cómo vive, sino por lo que le hizo a otra persona. Que piense y viva como le dé la real gana, pero que deje a los demás en paz, no es más que eso.
Pero ¡venga a remover las aguas!
Otro caballero, Àngel Colom, responsable de Inmigración de Convergència i Unió (Dios nos pille confesados), aprovecha para pescar un poco él también en estos lodos. Este personaje, famoso por su relación (confusa) con el señor Millet, ha señalado al imán de Cunit y al de Lleida (Lérida) por su radicalismo y por no respetar los valores de la sociedad catalana. Añade tan contento que se le debería expulsar de Cataluña [al imán de Lérida]; como mínimo, se le debería prohibir que dirigiera una asociación y eso las leyes actuales no lo permiten. Convergència [i Unió] hará lo posible para modificarlas en este sentido, añadió. Cuentan que el señor Colom y el imán de Lérida se las han tenido y que Colom califica al imán en cuestión de integrista, fundamentalista y peligroso, y de fomentar la desigualdad de género (será de fomentar un género de desigualdad, supongo, la sexual).
No defenderé las ideas del imán de Lérida, que me horrorizaría compartir y detesto, pero defiendo que la ley es la ley y que mientras no se cometa delito, no se puede acusar a nadie por pensar diferente y tener una identidad que no es como la que a mí me gustaría que fuera. Hay que joderse, y este joderse se llama democracia.
Además, ¿qué valores son ésos de la sociedad catalana? ¿Y quién dice qué valores son? Un párroco de la vieja escuela ¿comparte esos valores? ¿En qué se diferenciaría un párroco de la vieja escuela y un imán como los mencionados si tuvieran que vérselas cada uno de ellos con una de esas asistentes sociales que reparten preservativos para prevenir embarazos entre adolescentes y discute abiertamente de los problemas relacionados con el sexo con las chicas de un barrio obrero? ¿Tendríamos que expulsar también a los párrocos? Alguno firmaba ahora mismo, pero no, no es eso.
Los valores de cada uno vienen determinados por la propia identidad, y ésa és libre (parcialmente, al menos), porque yo tomo tales o cuales señas de identidad de mi entorno, tales o cuales valores y voy construyéndome a mí mismo, constantemente, un día sí y otro también. Hoy soy así y mañana, asá. Soy yo mismo y uno diferente cada día que pasa. Quien quiera juzgarme y condenarme por mis valores, atenta contra mi libertad y mi persona.
Ahora bien, en el momento en que alguien intente imponerme sus valores y su identidad sin mi permiso, sin hacer uso de la razón, sino empleando la fuerza... Ah, sí, en ese momento que caiga sobre él la cólera del Estado y la condena pública, que para algo está, y que lo dejen para el arrastre. Se trata de eso, no de otra cosa.
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