¿Quién da más por un 250 GTO?



35 millones de dólares, que son 28 millones de euros, poco más o menos, es lo que ha pagado un coleccionista por el Ferrari 250 GTO que se había construido ex profeso para Stirling Moss, una de las leyendas del automovilismo. Por eso, este Ferrari no es rosso corsa, sino verde. No es el verde inglés de toda la vida, sino un verde manzana, algo más clarito, pero que también representa a los bólidos del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y Olé.

Este cacharro lo tenía un holandés que trafica con vinos, don Eric Heerema. Hace diez años le dijeron de loco para arriba porque había comprado el auto por 8,5 millones de dólares, una burrada, mucho dinero a dónde vas a parar. Pues ¡díganle tonto al caballero! Hace un par de días se lo ha vendido a un coleccionista estadounidense (el señor Craig McCaw) por 35 millones de dólares, ya he dicho.

Es el segundo automóvil que bate la marca de precios en lo que va de año. El primero había sido otro Ferrari 250 GTO, negro, vendido por 32 millones de dólares. La marca anterior a ésa, quién sabe. Se mencionan un Bugatti Tipo 57 SC Atlantic de 1936, un Ferrari P4, el Bugatti Royale Coupé Kellner... Yo qué sé.

Ferrari construyó dos series del 250 GTO entre 1962 y 1964. Su intención no era otra que homologar un derivado del 250 SWB para poder competir en la categoría Gran Turismo Grupo 3 de la FIA (Federación Internacional de Automovilismo). De ahí las siglas GT; la O significa Homologado, que en italiano va sin hache.

En 1962, esa regulación exigía que se fabricaran al menos cien vehículos para poder entrar en las competiciones como GT 3. Pero Ferrari... En fin, que demostró (una vez más) ser más listo que la FIA y solucionó el problema construyendo sólo 39 GTO: 33 GTO normalitos; tres 330 GTO, porque en vez del motor 250 tenían el motor 330 (de cuatro litros de cilindrada), que se reconocen por el capó abultado; y tres GTO Tipo 64.

El automóvil resultó ser una bestia invencible. El día de su estreno (las 12 Horas de Sebring de 1962), plantó cara a los Ferrari Testa Rossa que, en teoría, pertenecían a una categoría superior. Corría tan rápido y tan bien que los mismos ingenieros de Ferrari no acabaron de creérselo, porque, en esencia, aunque era un coche potente, no era demasiado innovador. Durante tres años seguidos, entre 1962 y 1964, ganó todos los campeonatos para Gran Turismo que se inventó la FIA para fastidiar a Enzo Ferrari. Fue el último de los grandes automóviles de carrera con el motor delantero.

Por cierto, el Ferrari 250 GTO tenía una caja de cambios de cinco velocidades... ¡de Porsche!

Se le considera uno de los mejores automóviles deportivos de los años sesenta y alguno dice de él que ha sido el mejor Ferrari de todos los tiempos. Es bonito, sí, bellísimo, aunque a mí me gusta más el 250 SWB, qué quieren que les diga.

Pero 28 millones de euros... Nos hemos vuelto locos.

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