El elefante danzante


El elefante danzante.

Bugatti es una leyenda en el mundo del automóvil. Hasta tal punto que la jerga popular y la RAE aceptan buga, que viene de Bugatti, como coche (automóvil). Desde el punto de vista de un ingeniero, muchos de sus automóviles fueron excepcionales y son suyas innovaciones como las llantas de aluminio de tornillo central en competición, lo que no es poco. Y ya que hablamos de competición, su Tipo 35 fue bautizado como el automóvil de las mil victorias. Cierto que no obtuvo tantas, pero la hipérbole queda de narices. 

Un Bugatti Tipo 57.

Sin embargo, Bugatti debe su fama al lujo y a muy especialmente a la belleza de sus automóviles. Son máquinas excepcionalmente bellas, por dentro y por fuera. Personalmente, cuando veo los Bugatti que fabrican ahora, casi me siento ofendido. Sí, son máquinas superlativas, pero ¡qué lejos quedan de esa contundente armonía de los Bugatti originales! ¡Ni punto de comparación! Los de ahora sólo cuestan dinero, es su único mérito. Los Bugatti de Ettore no tienen precio, son obras de arte.

La belleza de los automóviles Bugatti (los de verdad, los de entonces) se debe, sin duda, a la personalidad de la familia Bugatti. El abuelo, Giovanni Luigi, había sido arquitecto y escultor; su padre, Carlo, era un famoso diseñador de joyas, objetos diversos, cerámicas y tejidos, en estilo Art Noveau. Su primo, Giovanni Segantini, era un brillante pintor. Frecuentaban la casa compositores como Puccini o Leoncavallo y el escultor Ercole Rosa. 

Rembrandt Bugatti, el escultor.
Observen el hoyuelo en la barbilla, tan típico de los Bugatti.

Ettore, el que acabó como ingeniero, comenzó estudiando Bellas Artes. En cambio, su hermano, Rembrandt, que había comenzado a estudiar ingeniería acabó ganándose la vida como escultor. ¿Rembrandt, he dicho? Sí, Rembrandt. Este nombrecito se lo puso su padrino, ese escultor que hemos dicho, Rosa, y la familia no puso peros a la elección. Fue un nombre profético, aunque Rembrandt no sería a la postre pintor, sino escultor.

Rembrandt, en el Zoo de Amberes, con uno de sus elefantes.

El Bugatti Royale que conducía Jean, antes de pasar por el chapista.

Los aficionados al motor conocen a Ettore (una leyenda en sí mismo) y quizá a Jean (en verdad, Giovanni), el hijo de Ettore, que se mató al volante de un prototipo del Tipo 57 y al que debemos el espachurramieno de uno de los Bugatti Royale, que fue más tarde reconstruido y que hace confundir las cuentas sobre el número fabricado de automóviles Tipo 41. Suelen saber de un hermano escultor por el elefantito (del que ahora hablaré), pero saben muy poco de él, apenas de oídas.



Algunas de las esculturas en bronce de Rembrandt Bugatti.

Rembrandt Bugatti fue un gran escultor, aunque relativamente desconocido para el gran público. Se inició influenciado por  Paolo Troubetzkoy (italiano, de origen ruso) y por su padrino, Ettore Rosa, cómo no. En 1902, se mudó a París con la familia. Con 18 años, entró a trabajar en el taller y fundición de Adrian Aurelien Hébrard, un famoso escultor y galerista parisino y ahí descubrieron al artista. Ese niño que jugaba modelando con arcilla en casa de su padrino se reveló como un gran escultor, uno de primera. También, como un amante de la naturaleza.



Elefantes y panteras de Rembrandt Bugatti.

Sus esculturas y figuritas en bronce, sus modelos en arcilla o escayola, incluso mármoles, incluyen preciosas figuras humanas: bellas mujeres, típicas y tópicas efigies del Art Noveau, pero también algún Cristo y figuras de hombres musculosos, verdaderos titanes. Pero lo que de verdad le gusta esculpir, y lo que le acarreará la fama, son animales. Se convierte en un asiduo del Zoo de París, de su Jardín Botánico, visitará con asiduidad el Zoo de Amberes (después de mudarse ahí en 1907), y tomará como modelo a toda clase de animales. Sus panteras son su tarjeta de presentación, pero sus elefantes son notables.

En 1904, a sus veinte años, esculpe un Elefante danzante, un bronce de un elefante alzándose sobre dos patas y elevando la trompa.

En 1911, Hébrard organiza una exposición de sus esculturas en París, que resulta en la culminación de su fama como artista. Dijeron de él que sabe tanto de los animales como el mismísimo Noé. Se exponen cien esculturas que son recibidas con admiración y bonísimas críticas. (Hoy en día, siguen admirándose y se han convertido en piezas muy cotizadas por museos y coleccionistas.) Pero hay nubes de guerra en el horizonte y la Gran Guerra estalla en 1914.

Rembrandt Bugatti relacionándose con una modelo.

La familia, en parte instalada en Alsacia (entonces alemana) tiene que emigrar a París. Ettore diseñará motores para los franceses, pero Rembrandt se alista como sanitario en la Cruz Roja de Amberes. Verá y vivirá cosas atroces, los desastres de la guerra, y caerá él mismo víctima de la tuberculosis. Deprimido y muy castigado por la experiencia vivida, regresa a París. El mercado del arte se ha arruinado. Las autoridades, en medio del clima de restricciones, han sacrificado a muchas de las bestias del Zoo. Rembrandt, angustiado, cae en una profunda desazón y desesperado de la vida, abre las espitas de gas de su estudio en Montparnasse y así se quita la vida, asfixiándose.

Un Tipo 41 carrozado como limusina.

En 1927, Ettore Bugatti construye el primer Tipo 41, el automóvil que elevará la leyenda de su marca hasta el Olimpo, el que pronto sería conocido como Bugatti Royale (La Royale, según algunos). Un automóvil enorme, con un motor de casi trece litros y una batalla de 4,3 metros, que Ettore bautizó como crucero de carretera; dos toneladas y media de la más sofisticada mecánica, del lujo más desmedido, pero también de una belleza apabullante. Era su gran obra, un automóvil reservado para muy pocos, que eran examinados personalmente por Ettore, para ver si eran dignos de conducirlo o poseerlo. ¡Cuántas ofertas millonarias rechazó por no considerar dignos a los paganos!


En homenaje a su hermano Rembrandt, al que estimaban todos en la familia, Ettore reprodujo su Elefante danzante en la tapa del radiador. El elefante de Bugatti, como le conocen los aficionados al motor, que quizá no hayan prestado la suficiente importancia al genio artístico del Bugatti escultor.

2 comentarios:

  1. Interesante articulo sobre los Bugatti.

    El intento moderno de resucitar la marca ha quedado en algo bastante opaco y muy lejano del original.

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Me encanta el artículo. Conducir un Bugatti debía ser el colmo del lujo. La escultura del elefante es la guinda del pastel.

    ResponderEliminar