El soldado Wojtek


En los ejércitos de todo el mundo, las mascotas tienen un lugar preferente y singular. Sirven como enseña e inspiración, como amuletos, o simplemente hacen compañía y entretienen al soldado. La mayor parte de estos animales de compañía son anónimos, pero algunos alcanzan la fama. Entre estos últimos, sin duda alguna, está el soldado (luego cabo) Wojtek. (Nota: se pronuncia voitek y algunas veces incluso se escribe Woytek o Voytek, erróneamente.)

El soldado Wojtek (izquierda), jugando con uno de sus camaradas.

Es poco conocida la suerte de la Polonia que ocuparon las tropas soviéticas en 1941. La mala, muy mala suerte. Stalin procedió a una purga sistemática de los oficiales del ejército polaco y los profesionales de cierto nivel (abogados, médicos, ingenieros...), matando a miles de ellos. Miles de soldados polacos y miles de civiles (en total, cientos de miles) fueron internados en campos de trabajo en Siberia, desplazados o empleados como mano de obra esclava. Mientras se procedía a la sistemática destrucción de lo que había sido Polonia, el 22 de junio de 1941 Alemania atacó a la Unión Soviética y todo cambió.

Churchill ofreció ayuda militar y material a la Unión Soviética, pero exigió a cambio una amnistía. Los polacos tenían que ser liberados. Stalin cedió y liberó a unos sesenta o setenta mil polacos, que iniciaron una marcha (a pie) hacia las estepas centrales, donde soportaron un crudísimo invierno, y luego fueron trasladados, a través del Mar Caspio, hasta la frontera de Irán. De Irán a Irak y de Irak a Palestina, ahora a cargo de los británicos. Éstos se horrorizaron del estado en que llegaron los supervivientes e hicieron todo lo posible por vestirlos y alimentarlos decentemente. Los polacos, por su parte, pidieron poder combatir al lado de los aliados y se formaron varias divisiones polacas, que se unirían a las fuerzas polacas que ya estaban estacionadas en la Gran Bretaña.

Wojtek, recién admitido en el ejército polaco.

Es ahora cuando aparece Wojtek. Cuando los polacos atravesaban un paso de montaña en Irak, dieron con un niño que les pidió comida. Descubrieron que el chaval llevaba en una bolsa un cachorro de oso pardo (de unas ocho semanas de vida). Unos cazadores habían matado a su madre y el osezno estaba enfermo y desnutrido. Los polacos se hicieron cargo de él, después de comprarlo por el precio de algunas latas de conservas, un poco de chocolate y una navaja.

Wojtek tomándose la sopa, en algún lugar de Palestina.

Con una botella de vodka (vacía, supongo), un pañuelo y algo de leche condensada improvisaron un biberón y así Wojtek salvó su vida y se quedó con los polacos. El animal resultó ser inteligente y bonachón y creció rodeado de todos los cariños de la tropa, que vieron en él algo especial. 

Wojtek creció y creció y se convirtió en un soldado hecho y derecho (ojo, con toda la documentación en regla). Comía las mismas raciones que la tropa y se le descubrió una inusitada afición por la cerveza y el tabaco, que fumaba con evidente placer. Jugaba con los hombres, que simulaban un combate de boxeo o se abrazaban y se tiraban por los suelos, revolcándose. Para pasmo del personal, viajaba en camión o en jeep sentado como usted o como yo y las más de las veces caminaba a dos patas. 

Fotograma de una película en la que salen Wojtek y otro soldado en un combate de lucha libre.

Wojtek formaba parte de la 22.ª Compañía de Suministros de Artillería (en verdad, la 22.ª Compañía de Transporte), una unidad de soporte que dependía del Cuartel General del II Cuerpo Polaco. Este cuerpo de ejército se acuarteló en Egipto y una vez formado y entrenado, partió para Italia, donde lucharía en Cassino con gran heroísmo y determinación. Y es ahí, en la batalla del Monte Cassino, donde Wojtek entró a formar parte de la leyenda.

Wojtek en Italia, a punto de partir hacia Cassino.

En esa batalla, las compañías de suministro trabajaron duro y de valiente. En ocasiones, bajo el fuego enemigo; siempre, en condiciones muy difíciles, porque el terreno montañoso y las condiciones climáticas eran horrendas. Además, la batalla de Cassino exigió grandes cantidades de munición. 

La insignia de la 22.ª Compañía de Suministros de Artillería.

Wojtek contemplaba el esfuerzo de sus camaradas cargando con las cajas de munición y un día se levantó de su asiento, saltó del camión y se acercó a un soldado. Gruñó (no sé cómo gruñe un oso en polaco, pero será algo así como Grrr...) y pidió que le pasaran la caja. Para sorpresa de propios y extraños, Wojtek comenzó a acarrear cajas de munición de los camiones a la posición de los artilleros. En cada viaje llevaba consigo una caja de cuatro obuses de 25 libras (en total, unos 46 kg) y dicen, juran y perjuran que no se le cayó ni una por el camino. La situación se volvió a repetir más veces y pronto se convirtió en un utilísimo compañero.

Cuando en el Cuartel General supieron del trabajo del soldado Wojtek, lo ascendieron a cabo. Además, la insignia de la 22.ª Compañía de Suministros de Artillería pasó a ser una imagen de Wojtek cargando con un obús de artillería. Pronto lució en las mangas de los soldados y en la caja de los camiones, y ahí siguió hasta que acabó la guerra.

Wojtek en uno de los camiones de su compañía.
Fíjense en la insignia que luce la caja del camión.

Cuando acabó la guerra, Wojtek y sus camaradas se instalaron en Bercwickshire, que cae donde Escocia, en un aeropuerto militar. Wojtek hizo honor a su fama de simpático y bonachón y salía de permiso con la tropa, para beberse unas cervezas y ligar con las chavalas del lugar. ¡Lo que ligarían los polacos llevando al oso consigo...! Se convirtió en un miembro muy famoso del ejército, en un reclamo para la prensa, en un bicho muy querido por todos. La Asociación Polaco-Escocesa hizo de él un miembro honorario. Pero, en 1947, fue desmovilizado.

Wojtek, entonces, vivió en el Zoo de Edimburgo, donde murió, a los veintidós años, en 1963. Pesaba entonces unos 220 kg y medía 1,80 m de alto. Su vida en el zoológico fue muy feliz. Fue protagonista de varios programas infantiles de la BBC y recibía con frecuencia la visita de sus antiguos camaradas, polacos en el exilio. Era cosa de ver como volvía a jugar con ellos, boxeando y abrazándose. Sin embargo, no le dejaban fumar (algo había de tener el Zoo), pero a Wojtek le daba igual, porque se comía los cigarrillos como si fueran golosinas.

Placas conmemorativas, estatuas y monumentos recuerdan a Wojtek. En Londres hay lo menos dos, en Edimburgo, y por supuesto, en Polonia. Se han escrito libros sobre Wojtek, algunos infantiles, y hay películas y documentales. Es un oso famoso, y fue un camarada muy querido y estimado por todos los que combatieron a su lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario