La vida del apoderado y la jornada electoral


Ayer hice de apoderado en un colegio electoral, donde yo también deposito mi voto. Es la segunda vez que hago tal cosa y fue mucho mejor que la primera vez (las elecciones al Parlamento de Cataluña de 2017). Es decir, fue más tranquilo, más ordenado, mucho menos tenso y más amable. Pero fue más largo, también, porque se contaban los votos del Congreso de los Diputados (que se ventilan con relativa rapidez, en dos o tres horas), pero también los del Senado. Y los votos del Senado son un pequeño martirio, parece que nunca acaban de contarse. Pero se cuentan, claro, y sin problemas serios.

Eran cinco mesas, tres apoderados de Podemos (vamos a llamarlos así, para resumir), dos del PSC y luego uno de Ciudadanos, uno de ERC, uno de Junts per Catalunya y uno de Vox. Las izquierdas nos pusimos de acuerdo, uno por mesa, para supervisar el escrutinio. Las derechas iban de una a la otra o se concentraban en un par de ellas. Todo fue la mar de bien, la verdad.

La jornada se hace larga y tienes que compartir las horas y los trabajos. Dónde me toca votar, te pregunta uno; me ayuda, joven, dice el otro, con silla de ruedas; para votar por los animalitos, pobres, piden dos viejecitas (con todo el aspecto de convivir con medio centenar de gatitos en casa); ¡gracias, compañero!, ¡Adelante!, etc., cuando asoma uno de los tuyos; un amigo o un vecino que pregunta qué haces ahí (con el letrero del partido colgando, creo que es evidente, pero, en fin...); cuando conversas con uno de otro grupo y se suma uno del público a la conversación... En fin, lo de siempre, que está muy bien.

Tuve suerte de compartir las horas con un grupo de apoderados, presidentes de mesa, vocales y funcionarios, de todo signo y condición, con los que fue fácil pasar las horas y que nos ayudamos los unos a los otros la mar de bien y sin más problemas. Un apoderado (no diré quién) se puso pesado con sus batallitas y comenzó a decir verdaderas insensateces sobre los españoles, el gobierno y tal y cual (y no fue el de Vox); se quedó sin público.

Ahí dentro, contando y coleccionando actas, no supimos la magnitud de lo que había ocurrido en el resto de España hasta pasadas unas cuantas horas. En el colegio electoral en el que estuve, ganó ERC, seguida muy de cerca por los socialistas, luego los de Podemos y dejando bastante por detrás a Junts per Catalunya, Ciudadanos, PP, Vox y los del Fachín, que tenían un nombre muy largo y no me acuerdo ahora. Eso sí, nuestra participación superó el 80%. Una vez más, mi barrio mostró un perfil nacionalista de derechas (con la mayoría de ERC y JxC, a los que sumar C's, PP y Vox, con otra bandera), pero el alza de PSC y Podemos fue notable.

Luego, los apoderados, cargados de copias de actas, corren hacia su sede, con el temor (tantas veces justificado) de que no se hayan zampado ya el tentempié o resopón, que no se hayan acabado las bebidas... Porque, hay que decirlo, en su mayor parte no han probado bocado desde mediodía, y llegarán a sus sedes, lo más temprano, a partir de medianoche. ¡La vida del apoderado es muy dura! Pero es divertida.

En mi caso, tuve la infinita suerte de llegar en el momento más oportuno. Habían sacado las bandejas con el yantar justo cuando el secretario de no sé qué (no estoy muy ducho en las cosas del organigrama de mi partido) salió a darnos las gracias por nuestro trabajo y celebrar la victoria y eso y lo otro, mientras un servidor y alguno más nos llenábamos la boca a dos carrillos, con una rapacidad de la que no me había creído capaz. Es difícil aplaudir con un vaso y un bocadillo en las manos, añado, para ilustración del personal.

Parece que el resumen de la jornada electoral es que el PSOE se la ha jugado y ha ganado, que Podemos ha perdido fuelle, pero se sostiene y apoyará al PSOE, que el PP se ha pegado un trompazo de padre y señor mío, que Ciudadanos se encuentra en un momento complicado, después de haber perdido su centralidad, que ambos han errado de pe a pa al seguirle la jugada a Vox y que Vox, no es una buena noticia, está en las Cortes, aunque no hará más que ruido porque, y ésa es la buena noticia, no ha conseguido lo que muchos temían.

En cuanto a Cataluña, los partidarios de Puigdemont ya no pintarán nada en las Cortes y se dedicarán a apuñalar a conciencia a los de ERC, y viceversa, porque ambos se juegan el Qué hay de lo mío en Cataluña. Ambos se arriesgan a votar lo mismo que Vox y a que el otro se lo eche en cara. Seguirán jodiéndonos la vida, agarrados al poder en Cataluña, pero al menos el espectáculo cainita animará la fiesta.

2 comentarios:

  1. Pues si ha sido pacífico el transcurso, si has atendido amablemente a todo bicho despistado, si encima han ganado los tuyos, digamos, y si has logrado sobrevivir, enhorabuena. Dicen que no hay dos sin tres, incluso en jornadas de apoderado. Saludo.

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