En los tiempos que corren, muchos periodistas insisten en percibir un cambio de rumbo en los responsables del procés. Veo en esta opinión más un deseo que el resultado de un examen de los hechos objetivos.
El principal interés de estos opinadores es mostrar una lucha interna que se da en lo que fuera Convergència en su día, que ha cambiado de nombre y apellidos hasta convertirse en un recuerdo de sí misma, sustituida por una tropa de oportunistas y fanáticos de algo parecido a una secta religiosa. Quedan convergentes de los de antes, de tres por ciento y discreción, y dicen muchos periodistas que están esperando su oportunidad para hacerse de nuevo con las riendas del partido y proponer el regreso de un (cito) catalanismo moderado. También apuntan hacia ERC, afirmando que apunta maneras más abiertas y moderadas. ¡Ja! ¿De verdad se creen eso?
Pero hablábamos de una posible resurrección convergente, apoyada (quizá) por don Artur Mas, que podrá volver a ser cargo electo el año que viene. Porque, se dice y se insiste en ello, existe una bolsa de votantes huérfanos (sic) que votarían a ese hipotético catalanismo moderado. ¡Ja!, otra vez.
Pues leo, acto seguido, en otra parte, que esa bolsa de votantes huérfanos se ha contabilizado. En el mejor de los casos posibles y siendo optimistas, podría dar unos 200.000 votos. No más.
Recordemos que la suma de los partidos amarillos es de unos dos millones de votos. En otras palabras, ni uno de cada diez votantes de cualquiera de las vertientes del independentismo votaría por el regreso del catalanismo moderado. Como mucho, se abstendría. Eso no da para hacerse demasiadas ilusiones, la verdad.
Si usted es un amarillo independentista no votará a ese partido. Si usted no lo es, tampoco, es evidente. Si a estas alturas continúa confiando en alguien como Mas... Bueno, usted mismo.
Otra cosa es o será que el independentismo pueda agotarse (por ahora resiste) y desdibujarse (hace ya tiempo que no es más que una olla de grillos), o que un evidentísimo mal gobierno acabe pasando factura, o que unos nuevos amos del país quieran poner orden para asentarse en sus nuevas poltronas lo más cómodamente posible, o qué sé yo. Por ahora, siento decirlo, no veo signos de moderación por ninguna parte, y sí signos de una estupidez cada vez más acusada. Prueba de ello son el actual presidente de la Generalidad de Cataluña, Torra, y quienes serán las primeras espadas en las Cortes Generales, la señora Nogueras o el señor Rufián. ¿Se los imaginan moderados? Yo no.
200.000 votantes huérfanos, pobrecitos, de derecha conservadora, gente de orden y renta alta, la créme de la créme que financió el procés, mientras en Cataluña 350.000 personas no votarán casi ni una porque viven en condiciones de extrema pobreza y está demostrado que en esas condiciones la política es su último problema. Quizá alguien tendría que movilizar ese voto, ¿no creen?
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