Cuentan las crónicas que los colores del paisaje de Girona tienen un origen italiano. Años ha, el Ayuntamiento mandó pintar las fachadas de amarillo romano, rojo Siena y ocre florentino, y el río Onyar refleja desde entonces ochenta y tres fachadas con aires toscanos.
La cuestión es que esos aires toscanos hace veinticinco años que no reciben una mano de pintura. Los técnicos del municipio afirman que trece fachadas tendrían que volver a pintarse, y el rebozo de las otras setenta presenta algunos desperfectos que tendrían que repararse, por no hablar de balcones, cornisas y persianas, que dan penita pena.
Los fotógrafos se apresuran a tomar las imágenes de las viejas fachadas, porque un andamio se sabe cuando se levanta, pero no cuando se desmonta. ¡Paciencia!
La cuestión es que esos aires toscanos hace veinticinco años que no reciben una mano de pintura. Los técnicos del municipio afirman que trece fachadas tendrían que volver a pintarse, y el rebozo de las otras setenta presenta algunos desperfectos que tendrían que repararse, por no hablar de balcones, cornisas y persianas, que dan penita pena.
Los fotógrafos se apresuran a tomar las imágenes de las viejas fachadas, porque un andamio se sabe cuando se levanta, pero no cuando se desmonta. ¡Paciencia!
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