Trump y las artes adivinatorias


El señor Trump, señalando a uno y otro lado.

La victoria electoral de Donald Trump ha puesto contra las cuerdas a parte de las artes adivinatorias. Muchos que pronosticaron la victoria de la señora Clinton han tenido que comerse sus palabras y, como todo el mundo sabe, la memoria suele ser indigesta. Por eso mismo, los tertulianos de turno se dividen en dos grandes grupos: los que dicen yo ya lo dije (mentira), yo ya lo sabia (qué iba a saber), se veía venir (pues tú ibas ciego, entonces), etc., y los que cargan contra la demoscopia con argumentos como la novedad del voto oculto (de novedad, nada), por ejemplo. Vienen a decir que los expertos en demoscopia aciertan tanto como acertaría un mono (luego hablaremos del mono).

Evolución de las búsquedas en Google de "trump wtf".
Algo así como "¡¿Qué coño Trump?!", y perdonen.

Es todo falso. Los expertos de verdad saben qué tipo de encuestas han acertado y por qué. Si el encuestado responde a un cuestionario, suele decir más verdades que si responde a una persona que le pregunta. Si la cocina de los resultados es buena (valorando la memoria del voto y la tendencia recogida en anteriores elecciones por votantes de características similares, por ejemplo), la previsión suele ser buena. Y ahí duele: si la encuesta está bien hecha y cuenta con los medios adecuados, se hace sin prisas, etc., suele acertar. Pero, claro, cuesta dinero y los medios (i.e., los periódicos, radios y televisiones) son unos tacaños. Resultado: en vez de medios, son mediocres. 

El mono chino ante el dilema electoral.
¿El mono se comporta como los votantes o los votantes como el mono?

Es ahora cuando viene lo del mono. ¿Se acuerdan del pulpo Paul? ¡En gloria esté! Pues no es el único bicho dotado de capacidades adivinatorias. En China, le preguntaron a un mono... ¡y el mono acertó! ¿Quién ganará, Clinton o Trump? El mono se lo pensó un poco y corrió hacia la figura que representaba a Trump, para obsequiarle con unos achuchones. Acertó.

El pececito indio dudando con cuál quedarse.
Como tantos votantes, supongo.

No fue el único. En la India, un pececito tuvo que escoger entre ambos candidatos. Le dio un golpecito a uno, luego al otro... y escogió finalmente a Donald Trump. Acertó.

¿Cuántos animales predijeron una victoria de Clinton? Ahora nadie recuerda ninguno. Pero los hubo, ¡claro que los hubo! Y en las tertulias, unos cuantos. En los gabinetes de astrología, también. Y aquí viene el ejemplo que me está proporcionando unas risas, que nunca vienen mal. Una astróloga célebre (eso me dicen, que es célebre) predijo la victoria de la señora Clinton. Los astros no mienten, afirmó, y dicen que ganará. ¿Qué pasó? Que no ganó.

Una de las cartas astrales de Donald Trump.
Salta a la vista que los astros se mueven y esto no hay quien lo pille.

Obligada a dar explicaciones por su fallida predicción, la astróloga dijo que la culpa no había sido suya. Los astros nunca mienten, insistió, pero se movieron en el último momento. ¡Ahí es nada! Se movieron justo al final. Qué cosas... Es lo que pasa, que los astros no están nunca quietos y una tiene que andar con ojo. Pero el personal insistió y se le preguntó a la astróloga cómo es que no los había visto moverse. Una buena pregunta. Me dormí, reconoció una compungida astróloga, y no pude ver que se movían. Ah... Vale. Pero, señora, ¿los astros no se mueven, normalmente?

Éste es el nivel. Las artes adivinatorias tiemblan ante la estupidez del género humano (y quizá se nutran de ella). Me sorprende que todavía no se considere seriamente la posibilidad de que millones de personas sean, en efecto, estúpidas y obren estúpidamente y en consecuencia. A mi entender, es un fenómeno comprobado no sólo ahora, sino a lo largo de toda la historia y en todas partes más o menos igual. Nosotros, doy fe, tampoco nos libramos de la maldición. La estupidez es un hecho incontestable que merece ser medida estadísticamente y cuanto antes, mejor.

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