Pasar el cepillo


En los últimos días se han celebrado dos jornadas que merecen ser reseñadas. El sábado pasado fue el Día Internacional de la Esgrima, que celebramos con mucho gusto, y ayer mismo se celebró el principal acto litúrgico de la alt-right catalana, la Diada. Mientras el público celebraba su fe, ocurrió lo inevitable: como en toda liturgia, los celebrantes pasaron el cepillo. Amén.

En toda liturgia, no falta el cepillo.
En el fondo, se trata de eso.

El señor don Artur Mas insistió mucho en este asunto. Si todos y cada uno de los que participaron en la consulta del nouene, decía, pone un poquito, no mucho (sic), con eso ya cubrían la cantidad que le reclama el Tribunal de Cuentas a él y a once cargos públicos más, que es superior a los cinco millones de euros. Eso sale a 445.000 euros per cápita, poco más o menos. Si uno no puede pagar, tendrán que pagarlo los otros, pero entre todos tendrán que devolver esa cantidad de dinero público que se gastó sin permiso. 

Un grupo punk de los años ochenta propuso una solución.
Lamentablemente, ha sido descartada.

La insistencia del señor Mas, que no pedía más que cada familia pusiera cinco euros para la causa (sic, de nuevo), coincide con las cuotas extraordinarias que la Asamblea Nacional de Cataluña y Òmnium Cultural han pasado a sus socios para crear lo que llaman una caja de resistencia. Se trata de un gesto arriesgado porque, según estas mismas organizaciones, y a ellas me remito, la mitad de los asociados inscritos son morosos y no pagan las cuotas casi desde el mismo día en que se apuntaron. 

¡Alto ahí! Esto, en España es lo más normal del mundo. Prácticamente todos los partidos políticos, sindicatos y semejantes tienen un índice de morosidad elevadísimo, tan alto que han tenido que inventarse la figura del simpatizante (que no paga, o paga cuando quiere) para disimular el problema del morro de sus afiliados. No se libra nadie, de este mal endémico. Aquí no íbamos a ser menos que los demás.

La cultura está muy mal, añado.

Justo antes de la Diada, lo recolectado por estas organizaciones para ese fondo judicial, ya sea mediante cuotas o contribuciones voluntarias, dicen que sumaba alrededor de 750.000 euros, cifra que habría que considerar con reserva (hay quien habla de 450.000). Así que, como no llegaba para el gasto, pasaron el cepillo, para ver si la gente ponía un poquito, no mucho y salían los números. Eso hicieron. Ahora mismo, no sé cuánto habrán recaudado en la liturgia de ayer, y eso que la curiosidad me mata, pero mi asombro y maravilla no tiene igual: ¡hubo gente que pagó!

A ver... Que estamos hablando de altos cargos de la antigua CDC, del 3%, del caso Palau, de la red mafiosa catalana per excellence, ladrones no de guante blanco, sino de despacho oficial, una red de clientes, sobornos y extorsiones de la que apenas sabemos un poquito, unas gentes aficionadísimas al dinero ajeno... ¿y les pagamos para que no me tengan que devolver mi dinero? ¡Vamos, hombre!

El caso del señor don Artur Mas es sangrante. En primer lugar, porque era uno de los jefes de la panda. Si conocía sus activades, malo, por cómplice; si no las conocía... Bueno, hay que ser muy tonto para no sospechar siquiera. En fin... Eso, en primer lugar. Es sangrante, en segundo lugar, porque en sus cuatro años y pico como presidente de la Generalidad de Cataluña cobró en sueldos y salarios casi 700.000 euros, dietas aparte, y desde que no es presidente ha cobrado 225.000 euros más (más un despacho en el Paseo de Gracia, un coche oficial, secretaria, etc., a cargo del erario público aparte). No se vayan todavía, que aún hay más.

De aquí a cinco años, cobrará una pensión de casi 90.000 euros al año, más la pensión de jubilación que tenga por lo que hubiera trabajado antes. Durante su presidencia, vivió prácticamente con todos los gastos pagados (es lo habitual, no tendría que escandalizarnos, va con el cargo) y poco antes había heredado de su padre más de dos millones de euros que éste tenía en Liechtenstein, escondidos, y que regularizó ante el fisco cuando le pillaron. Es decir, que pagando su parte de lo exigido por el Tribunal de Cuentas no iba a quedar pobre.

Sé de algunos que no miraron al cielo, pero no dejan de mirar la bolsa.

Éste, éste pide un poquito, no mucho. Éste, que se cepilló las rentas mínimas de inserción, condenando a más de cien mil personas a la miseria más absoluta. Éste, que recortó más de un 10% el presupuesto de la sanidad y la educación públicas mientras subvencionaba a escuelas privadas de alto copete y repartía concesiones sanitarias entre grupos privados afines. Éste, que ha dejado morir a miles de personas sin pagarles las ayudas de la Ley de Dependencia que les debía, y que ha recortado esas ayudas en más de un 20%. Etcétera, no creo que valga la pena proseguir.

Pues, pasan el cepillo para él... y la gente paga. 

Llegados a este punto, es evidente que algo no funciona.

P.S.: Por si preguntan, el acto litúrgico de ayer ocupó una superficie de 165.000 metros cuadrados. El Ayuntamiento de Barcelona y los oficiantes sostienen que se apretujaron seis personas por metro cuadrado, de media (ojo); El País defiende que fueron tres personas por metro cuadrado; la Delegación del Gobierno, poco más de dos y Sociedad Civil Catalana, poco menos de dos. Recuerden, son densidades medias. Escojan la cifra que les parezca más correcta y saquen ustedes la cuenta. Yo ya tengo mi cifra y me parece razonable.

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