Es notable el espacio que los medios catalanes (subvencionados, añado) dedican a una asociación que se llama a sí misma Institut Nova Història, cuyas siglas, INH, tanto recuerdan (no por idénticas) a las de los jesuitas. Las más de las veces, sin embargo, la mención del INH tiene que ver con sus ridículas y esperpénticas tesis o con los favores (económicos, se entiende) que reciben sus miembros del poder establecido en Cataluña.
Véase, por ejemplo:
Creo que una visita a la Wikipedia será suficiente para considerar quiénes son y ahorrarme los detalles:
Los historiadores serios, los que trabajan con pruebas documentales y rigor histórico, se han quejado varias veces del eco que tiene la pseudohistoria que propaga el INH. El caso es que ya les gustaría a los historiadores de verdad contar con el apoyo político y económico con el que cuentan estos pseudohistoriadores. Hasta la revista Sàpiens publicó una queja de historiadores catalanes contra la Nova Història que tanto degrada su oficio y su trabajo.
Véase:
Para que se hagan a la idea, les añado una lista (no es exhaustiva) de los personajes que el INH asegura que son catalanes o como si lo fueran (publicada en Twitter por @themarquesito). Allá va:
Francisco Pizarro, Diego de Almagro, Martin Behaim, Abraham Ortelius, Pedro de Alvarado, los hermanos Pinzón y, por supuesto, Colón, el Gran Capitán, Bartolomé de las Casas, Francisco de Orellana, Americo Vespucci, Juan de la Cosas, Mercator, Hyeronimus Bosch, San Ignacio de Loyola, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Juan y Alfonso de Valdés, Don Juan de Austria, el Cid Campeador, Garcilaso de la Vega, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes, Dante Aligheri, Maquiavelo, Rafael (Raffaello Sanzio, el pintor), Calderón de la Barca, Felipe II, Erasmo de Róterdam, el autor de El lazarillo de Tormes (obra escrita, dicen, originalmente en catalán), Lorenzo Valla, el marqués de Santillana, Hernán Cortés, Francisco Delicado, los Fernández de Cuéllar, Jakob Aertsz Kolom, Juan de Torquemada, Álvaro de Luna, el papa Sixto IV, Juan Jufré, sor Juana Inés de la Cruz, Juan de la Encina, sir Francis Drake, Miguel Servet, Giulia Farnese, Leonardo da Vinci... y lo dejo aquí porque me canso de tantas memeces.
Compruébenlo ustedes mismos explorando su página web.
Postal catalana y folclórica de 1904.
Lo de folclórica no va con segundas, pues era de una colección sobre folclore.
El caso es que hace un tiempo anunciaron que tenían una prueba irrefutable de que Cristóbal Colón era catalán y su expedición salió de Pals, en Gerona, y no de Palos de Noguer, etcétera. Ésa es que en varias ilustraciones del siglo XVI salían marinos con barretina. Así, tal cual. Prueba irrefutable.
Véase, por ejemplo, ésa y otras muchas tonterías alrededor de la barretina en:
Sí, en efecto, los EE.UU. son cosa catalana.
No lo digo yo, sino el INH. Y lo dice, no es broma.
Ese día, con la ayuda de Ma. Consuelo Sanz de Bremond, que ha dedicado muchos años al estudio del vestuario en las edades Media y Moderna, contestamos en Twitter al INH y sus seguidores. Quedó meridianamente claro lo siguiente, desde el primer momento:
a) La barretina es un bonete, un gorro de uso común en todo el Mediterráneo Occidental (y gran parte del Oriental) y en el interior de Europa Occidental antes, durante y después de los tiempos de Colón.
b) En cualquier retrato de marineros de la época sería normal que aparecieran una o varias barretinas.
c) Ergo, que en una ilustración (relacionada sólo indirectamente con Colón) aparecieran un tipo con barretina no demuestra que fuera catalán, ni que Colón fuera catalán, ni que fueran los catalanes los que descubrieron América, porque el tipo de la barretina podría ser maltés, genovés, francés, croata, griego, siciliano, sardo, castellano, andaluz... cualquier cosa.
La respuesta del INH fue bloquearme.
Es decir, impedirme acceder en Twitter a cualquier cosa que publiquen, y negarse a leer lo que yo publique. Vale, bien.
Dante también era catalán.
Prueba de ello es la barretina, ¿o no?
No me leerán y me importa poco, visto lo visto. Me perderé unas risas, aunque también me ahorraré arrebatos de mal humor. Pero quizá les convenga recordar a los señores del INH que la barretina queda indisolublemente unida al ideario catalán (y catalanista) desde que la emplearan los voluntarios catalanes en el ejército español a las órdenes de Prim, primero en Madrid y luego en África. Como distinción de otras unidades y para fomenta el esprit de corps, se pusieron todos una barretina roja (para que hiciera juego con el uniforme).
No fueron los únicos en ponerse un gorro rojo en la cabeza. Los voluntarios vascos iban con boina roja, por ejemplo. También la gorra cuartelera del ejército español de la época (un bonete, i.e., prácticamente un tipo de barretina) era roja.
Prim, en plan heroico, al frente de los voluntarios catalanes en Marruecos.
Observen las barretinas.
Antes de eso, la barretina típica era de cualquier color, y de uso frecuente (en España) en todo el Mediterráneo y en la mitad oriental de la península. Pero entonces se hicieron famosos dos poemas que glosaban las hazañas del general Prim: La roja barretina catalana (1860), de Maria Josepa Massanès, y La gorra vermella (1860) de Antonio de Bofarull. Se acabó la variedad cromática de la barretina. De ahí en adelante, para honrar al heroico batallón, la barretina sería roja.
Cuando, en 1880, Jacinto Verdaguer escribió La barretina y le valió un gran reconocimiento público, la suerte de la barretina como símbolo quedó sentenciada. Se convirtió en un icono del catalanismo de cualquier especie, fuera republicano o carlista.
Sin embargo, la boina y la gorra de visera sustituyeron a la barretina en su uso en el campo y la mar y quedó el gorro como un elemento más del folclore, tan artificial como la sardana o el pan con tomate.
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