Uno se pregunta para qué están las tentaciones, si no es para caer en ellas. O para evitarlas. Ya lo dijo Sartre, que la libertad conlleva una maldición, la de tener que escoger. Si escogí hacerlo, siempre me preguntaré por qué lo hice; si escogí no hacerlo, en cambio, me preguntaré por qué no lo hice. En cambio, la ausencia de libertad es tan cómoda... Uno se acomoda a lo que le dicen que tiene que hacer y se evita muchas preguntas incómodas. Las creencias incondicionales y acríticas es lo que tienen.
Caer en la tentación
Uno se pregunta para qué están las tentaciones, si no es para caer en ellas. O para evitarlas. Ya lo dijo Sartre, que la libertad conlleva una maldición, la de tener que escoger. Si escogí hacerlo, siempre me preguntaré por qué lo hice; si escogí no hacerlo, en cambio, me preguntaré por qué no lo hice. En cambio, la ausencia de libertad es tan cómoda... Uno se acomoda a lo que le dicen que tiene que hacer y se evita muchas preguntas incómodas. Las creencias incondicionales y acríticas es lo que tienen.
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Las creencias incondicionales y el pensamiento acrítico provocan un estado de embobamiento del individuo que se manifiesta en su rostro. Cuanto más acrítico, más cara de bobo (iba a decir cara de imbécil)
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