Liberté, Egalité, Fraternité

El 5 de mayo de 1789, Luis XVI convocó los Estados Generales (los representantes de la aristocracia, la Iglesia y el pueblo). El 20 de junio, el Tercer Estado (el pueblo) se reunió en un pabellón de tenis y de ahí salió el Juramento del Juego de la Pelota. La asamblea prometió no disolverse hasta redactar una constitución francesa. Diputados de los otros dos Estados se unieron a los juramentados. El 27 de junio, el rey Luis reconoció la validez de esta asamblea y el 9 de julio de 1789 se proclamó Asamblea Nacional Constituyente.

Pero eran tiempos revueltos. El 11 de julio, el pueblo reclamó las armas del arsenal de la Bastilla, pues tenía miedo de ser sometido por las tropas del rey. ¿Era un temor justificado o infundado? No importa. El ambiente se fue caldeando y la Bastilla fue sitiada. Era el símbolo de la opresión, a decir del pueblo y los agitadores, pero sus celdas sólo recluían entonces a tres prisioneros (uno de ellos, loco, y ninguno político). Una cincuentena de invalides (soldados incapaces de servir en el campo de batalla a causa de sus heridas) y una treintena de granaderos suizos (mercenarios) guardaban la plaza, contra 8.800 sublevados, a los que se sumaron hombres de la milicia.

Acabaron a tiros. Murieron noventa y ocho atacantes y un defensor, pero el señor de Launay, gobernador de la plaza, capituló el 14 de julio para evitar una matanza inútil y mandó abrir las puertas de la fortaleza. Un tiro suelto (seguramente accidental) volvió a liarla y en la lucha que siguió murió el gobernador, siete soldados de la Bastilla y el alcalde de París, Jacques de Flesselles, que estaba ahí para poner paz. Y así, tan ricamente, se inició la Revolución Francesa.

El pueblo llano la tomó con el edificio y lo derrocó piedra a piedra. El 4 de agosto, se abolieron los derechos feudales de la aristocracia. El 26 de agosto, se proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Tendría que ser una grandísima fiesta en Europa y el mundo, el 26 de agosto.

La Revolución siguió adelante y se cometieron grandes atrocidades. Pero también se hicieron grandes cosas; fue un parto doloroso.

En fin, que celebrar el 14 de julio, como lo estoy celebrando ahora, es un ejercicio que recomiendo. Un ejercicio crítico, mirando hacia atrás y hacia delante, porque me parece (es una opinión) que todavía no hemos pillado el intríngulis de Liberté, Egalité, Fraternité. Sea como sea, felicidades, Francia, y felicidades, ciudadanos.

4 comentarios:

  1. ¡¡¡No se pierdan la película!!! Observen el escenario, la gesticulación... El final es soberbio... En fin, una joya.

    Fue grabada en 1909, hace más de un siglo. Es uno de los primeros intentos de sincronización de imagen y sonido que se conocen. La película iba por un lado y un disco de microsurco por el otro. Si se desmandaba el asunto, la sincronización se iba a hacer puñetas. Imprescindible para cinéfilos.

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  2. Ah, però... no dispara el canó? És com tants altres patriotes: molt de cantar i gesticular, i poc fer...

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  3. Potser si hagués disparat el canó no hauria sobreviscut ni ell ni el document gràfic-sonor que va deixar per a la posteritat.

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  4. ¡Qué grande, Dios, qué grande! Un poco sobreactuado, eso sí.

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