Es una de las calles con más bares por metro cuadrado que conozco. A un lado y al otro, las terrazas. Siempre están llenas, a rebosar. El espectáculo que se ofrece no tiene fin, es siempre el mismo, es siempre diferente. Desfila el mundo ante mis ojos, dicen los parroquianos, café en mano. Los que paseamos entre terrazas, actores del drama de la vida, sabemos que estos jueces también forman parte de la función, y nos deleita verlos, tan absortos en sí mismos.
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