Cuentan los periódicos, en noticias de segunda página, que el Ministerio de Defensa niega la muerte de un civil a manos de las tropas españolas en Afganistán, pues corría el rumor que en un tiroteo con el enemigo cayó un tipo que pasaba por ahí, quizá balaceado por armas españolas. No entro ni salgo en valorar una situación de combate, pero lo que tendría que negar el Ministerio de Defensa es la muerte de un inocente. Un civil es alguien que no es ni militar ni eclesiástico, véase así en los diccionarios. En puridad, los enemigos de las tropas españolas en Afganistán son civiles, pues los terroristas, talibanes, guerrilleros o como quiera llamárseles no forman parte del ejército regular de un Estado reconocido; se sostiene que no son militares, sino delincuentes, y si alguno cae preso, tiene que ser juzgado por delitos criminales y no ser tratado según los Acuerdos de Ginebra. ¿No es eso lo que defienden los gobiernos que andan liados a tiros en Afganistán, el nuestro incluido? El pobre hombre que pasaba por ahí cuando comenzaron a tirotearse las tropas de uno y otro bando era civil, sí, claro que lo era, pero era sobre todo inocente. Sin embargo, en el Ministerio de Defensa antes comen un ladrillo que reconocer que también matan a gente inocente, algo que sucede inevitablemente y con frecuencia en cualquier guerra.
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