No interpreten el título como un aspaviento. Sitges es ejemplo de muchas bondades y de alguna marranada, como cualquier otra población. Como la villa es parte de mi pequeña y personal patria y le tengo cariño, aprecio más las bondades que me ofrece que las marranadas con que me obsequia, que procuro olvidar.
Sin embargo, me duele decirlo, Sitges es un ejemplo del hacer de muchos ayuntamientos durante los años del gigante de pies de barro, el monstruo inmobiliario y corrupto. Con esto no quiero meterme ni con las personas ni con los partidos. No diré que quien esté libre de culpa, que arroje la primera piedra, porque sé que todos correrán a lapidarme, por no pasar por culpables. Pero diré que todo el mundo, quién más, quién menos, se dejó engatusar por ese ídolo y lo adoró y veneró con solicitud y esmero. De ésta no se libra ni el apuntador.
Sitges cerró el año 2010 con una deuda monstruosa. En junio de 2011, según palabras del Consistorio, debía a proveedores y acreedores varios alrededor de 24 millones de euros, a los que sumar 43 millones de euros que ya debía a los bancos. Con un maravilloso eufemismo, el gobierno municipal declaró que en la primera mitad del año había tenido un ahorro neto negativo (sic) de tres millones de euros, que en cristiano y que se entienda quiere decir que había gastado tres millones más de lo que había ingresado. No está mal. En la segunda mitad, más de lo mismo.
Así que el Ayuntamiento de Sitges echa mano de subir las tasas, comenzando por la recogida de residuos (la basura, como la llaman) y siguiendo muy posiblemente con la subida del impuesto sobre bienes inmuebles, IBI. En la misma línea, se recortarán los presupuestos para fiestas y festejos. El día de Corpus, los vecinos tendrán que poner ellos las flores; en Carnaval, no sé qué pasará; los fuegos de artificio, tan celebrados, serán un pim-pam-pum-fuera, etcétera. Los casinos Prado y Retiro tendrán que apañárselas sin ayudas oficiales. Si los vecinos no ponen de su parte, la Fiesta Mayor se limitará al pregón de algún venerable ciudadano con mucho que hablar y poco que decir, Dios nos libre.
¿Por qué anda todo tan mal? Porque durante unos años el Consistorio ha estirado más el brazo que la manga (es un refrán catalán) y ahora se encuentra en pelota picada, económicamente hablando. Acudiendo a los cuentos, ejercía de emperador desnudo y el vestido de los grandes proyectos no era más que un bluf.
En los años de bonanza, venga, alegría, que el dinero cae del cielo. Así, sin pensárselo dos veces, se montó el Sitges Reference, un edificio de oficinas para atraer negocios, que costó el pastón de 13 millones de euros, que se gastaron antes de preguntar si alguien quería realmente montar sus oficinas en un polígono a las afueras de la población. Nadie quiso, y era cosa previsible que nadie quisiera. Hoy la sociedad (participada por el ayuntamiento) está en la ruina, perdiendo dinero a espuertas. En un vano esfuerzo por salvar la barraca, prácticamente todas las oficinas municipales están en ese edificio, que cobra el doble al ayuntamiento de lo que pagaría éste por tener sus oficinas en cualquier otra parte. El traslado costó más de millón y medio de euros y dejar el edificio costaría tres millones más, por cuestiones contractuales, dejando a un lado que esas oficinas cuestan de alquiler por metro cuadrado lo que cuesta una oficina de lujo en el Paseo de Gracia, tocando a Gaudí, por decir algo.
El ayuntamiento debe dinero a su propia empresa, debe dinero a la compañía eléctrica, a la de teléfonos... a todo dios, y no poco dinero. Sitges Reference es un ejemplo muy sonado, pero también lo es la desgracia de los museos Cau Ferrat y Maricel, que sólo pueden explicarse en medio de un arrebato de locura y grandes obras. Hoy, Sitges es uno de los diez ayuntamientos más endeudados, en valor absoluto, de Cataluña. En los momentos de mayor locura, se alzaron algunas voces sensatas, pero nadie hizo caso de lo que decían.
Sitges se ha gastado una cantidad enorme de dinero en arruinarse. Y total, ¿para qué? Ése es el drama.
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