Sor... corro, sáquenme de aquí.
Imagínense que el Partido Popular hubiera organizado un debate (en cursiva, ya me entienden) entre el presidente del gobierno, la candidata a la alcaldía de Madrid y una monja dicharachera que sale por televisión y que ha sido recientemente premiada por el ABC como Española del Año.
Imagínense que en ese debate (en cursiva) la monja dijera que está enamorada de don Mariano (Rajoy) y que no desea nada más en este mundo que ver a doña Esperanza (Aguirre) de alcaldesa. Que ellos dos simbolizan su idea de España, que ha de ser Una o Ninguna y esas cosas que se dicen cuando la bandera pasa a ser cosa de hinchas de un equipo de fútbol. Que el debate (en cursiva) sirviera para exponer cuántas cosas ha hecho el Partido Popular desde que está en el gobierno (de Madrid y de España) a favor de los servicios sociales y en la lucha contra la pobreza y que la monja dicharachera, en vez de echar en cara a esos dos cuánto daño han hecho por ahí, cuánto, respondiera con risas, encantada de conocerse y muy satisfecha con la política social del Partido Popular.
Imaginen que añado pimienta al caldo y afirmo que la monja dicharachera gestiona una fundación en la que la mujer de don Mariano es vicepresidenta, que fue fundada con el dinero de Florentino Pérez o algún empresario madrileño de ésos que salen en los papeles, no sé, uno cualquiera, escojan ustedes. Una fundación en la que participan las principales plumas del partidopopularismo de los periódicos de la capital, esos tertulianos que gritan en televisión ¡Comunista! a la que ven a un socialdemócrata moderado asomando las narices o a uno que pide que no se privatice la sanidad. Sólo les pido que se lo imaginen.
Se hubiera organizado la de Dios es Cristo, no me digan que no. Por menos que eso se enciende la prensa y se monta un pollo de mil demonios. Por mucha misa que cantara, al Partido Popular le iban a llover hostias de todas partes, de hoy hasta el día del Juicio. ¿Qué diría la prensa, la radio o la televisión? ¿Qué dirían los políticos? ¿Qué diría usted? Sea sincero, dígame qué diría usted viendo a don Mariano, a doña Esperanza y a la monja dicharachera tan contentos. Lo menos, meapilas.
En Cataluña, lo más parecido al Partido Popular es Convergència i Unió, CiU, aunque esté más a la derecha que el PP en materia económica y social, tanto en la teoría como en la práctica. ¡A los hechos me (les) remito! A lo que han votado juntos en Madrid, a lo que hacen en Barcelona. Es la derechona catalufa, que en lo sustancial es idéntica, igualmente rancia y especialmente corrupta.
En cosas de economía, el Gran Timonel no tiene nada que envidiar al radical neoliberalismo de la Atropelladora de Urbanos. En lo social, comparten una visión rancia y peligrosamente discriminatoria, que aboga por la caridad (¿cristiana?) de los ricos para con los pobres en vez de defender los derechos de los más desfavorecidos y la justa distribución de la riqueza.
Lo que han hecho doña Esperanza Aguirre y don Artur Mas a los pueblos madrileño y catalán, centrándonos en el estropicio que han provocado en la sanidad pública y los servicios sociales los últimos cuatro años... ¿cuántas vidas nos ha costado? ¿No han visto el incremento de la mortalidad debido a los recortes en los hospitales? ¿Cuánto daño, cuánto sufrimiento, no ha provocado? ¿Conocen la saturación de los servicios de urgencias de los grandes hospitales públicos, combinado con el cierre de plantas enteras de los mismos? ¿Seguro que no podían haber evitado este daño, al menos en parte? Pero ¡cuánto dinero han ganado sus amigos con el atropello! ¡Cuánto! Y cuánto presumen de ello. De hecho, comisiones mediante, ésa es su principal fuente de ingresos.
Y la monja, de risitas.
Si CiU es como el PP, el hipotético premio del ABC podría ser el Catalán del Año de El Periódico, que se lo llevó una monja que cocina en televisión y sale en todos los periódicos catalanes (subvencionados) porque es partidaria del prusés y otorga su bendición a la Cruzada Nacional arturmasiana, que parte en busca de la Jerusalén de San Agustín y acabará veintitantos meses en la lista de espera de una operación quirúrgica mientras alguno se lleva la concesión de la gestión privada de un hospital público.
La monja dicharachera tiene una fundación monjil que comparte con apellidos como Rakosnik (la señora de Mas), Coromines, Tous o la inefable y gritona Rahola, vocera del régimen. Esa compañía le da lustre y por hacer la pelota al jefe, su señora mediante, se favorece que la monja aparezca en los medios, hablando del prusés y de los pastelitos del convento, que están muy ricos. ¡Qué monja tan simpática! ¿Saldría por televisión si sostuviera que antes de hablar de banderas mejor sería cuidar del prójimo? Porque mi reino no es de este mundo, pero ahí donde esté un pobre, ahí estaré yo. La bandera, señora monja, es un falso ídolo.
Menos mal que la monja de la derechona catalufa también da de comer a los pobres y que esa labor, al menos ésa, reconozcámoslo, es meritoria y digna de aplauso.
Ahora bien, que ella aplauda a quienes favorecen que haya tantos pobres... Me da por mal pensar. Quizá sea un matrimonio de conveniencia: ellos (Mas y el sector negocios de CiU) producen pobres para que ellas (la monja más Rakosnik, Coromines, Tous y Rahola) puedan darles de comer y así cumplir con la cristiana virtud de la caridad y con el más terreno objetivo de tenerlas ocupadas y no aburridas en casa, algo muy propio del ideario popular-convergente, que es más antiguo que el palco en el Liceo para la señora y el palco en el Liceo para la amante en tiempos de Mariona Rebull.
Luego hay otra monja, pero de ésta sólo diré que cada vez que la oigo hablar me pregunto si está bien de la cabeza. Es una reacción instintiva y muy personal, que pueden censurar o compartir conmigo. Una señora que sostiene que beber lejía disuelta en agua destilada desinfecta el organismo y que tal remedio no es público porque hay detrás una conjura farmacéutico-masónica que impide la propagación de tan universal remedio no me parece de fiar. Esa mirada, además, y ese gesto... Cómo habla... Me da miedo, francamente, pero no pienso aburrirles con mis cuitas. Son cosas mías.
Como dijo Ramón de España hace poco, prohibiría a los partidos políticos que se presenten con una monja en la lista. Tal como pinta ahora mismo, secundo la moción. Si no por ética, por estética.
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