No doy crédito. ¿Es una broma? No.
Estupefacto, leo que una cincuentena de militantes y simpatizantes de la ANC (Asamblea Nacional de Cataluña) se han declarado en huelga de hambre. Prometen pasar en ayunas todo el día de hoy (no más de 24 horas en ningún caso) para presionar a los militantes de las asambleas de la CUP. Quieren que esta gravísima amenaza para sus vidas (es un decir) sirva para que en la CUP se enteren de una vez de hasta dónde están dispuestos a llegar para que se entronice... digo, para que sea investido don Artur Mas de nuevo como presidente de la Generalidad de Cataluña. Qué fanatismo, qué esperpento y qué ridículo.
¿Qué? ¿Montamos una huelga de hambre? Nos hará bien.
No recuerdo ninguna huelga de hambre de simpatizantes de la ANC contra la supresión de la renta mínima de inserción, el cierre de plantas hospitalarias, el despido de treinta mil empleados públicos a sueldo de la Generalidad de Cataluña o la brutal corrupción de la familia convergente, que deja Cataluña a la altura de Sicilia, por ejemplo. Todo lo contrario. Mencionar cualquiera de estos abusos contra los catalanes era insultar al amor patrio de tan modélicos líderes del procesionismo, decían, y se mostraban visiblemente ofendidos cuando alguien señalaba el daño que estaba haciendo con todo el cuento que se llevaban entre manos. Vale.
Los expertos no creen que este ayuno multitudinario de cincuenta militantes de la ANC sirva para decantar el voto de los asamblearios de la CUP en uno u otro sentido. Tampoco creen que nadie vaya a pasar hambre de veras ni está previsto un sufrimiento exagerado de los manifestantes, justo después de las comilonas navideñas y de los excesos de Año Nuevo. El ayuno les hará bien y muchos más que esos cincuenta elegidos para el martirio ya lo están practicando motu proprio para poder sobrevivir a los excesos de los últimos días.
Como era de esperar, el pitorreo invade las redes sociales. Unos dicen que ya ha empezado la Operación Bikini. Otros, que lo que ocurre es que esos militantes no querrán comerse el marrón (o quizá hagan sitio para podérselo comer). En cualquier caso, da para unas risas si no es porque, en medio de las carcajadas, uno cae en cuenta de que quien manda es el artífice de tantas astracanadas. Porque unos harán huelga de hambre de un día, pero todos los demás nos tendremos que comer toda la mierda que habrán dejado estos últimos cinco años, y los que vendrán.
De verdad, de verdad, paren esto, que me bajo.
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