Alexander Pieter Cirk, esperando a que se le sequen los calcetines.
El protagonista de esta historia es un hombre enamorado. Consta que, al principio de la misma, estaba realmente enamorado. Si sigue enamorado, ahora mismo, eso ya no lo sé, pero sospecho que no. Alexander Pieter Cirk, que así se llama el sujeto, traspasó la delgada frontera que separa amor y locura y sufrió por ello.
El paciente enamorado, espera que te espera.
Los periódicos explican que Alexander Pieter Cirk es un holandés de 41 años y las imágenes de una televisión local china, la que ha hecho correr la noticia, nos lo muestran más bien alto, desgarbado, feo, con inclinaciones alopécicas que compensa con una cola de caballo. Lo vemos cuando su situación es ya apurada, descalzo y agotado, dejando que sus pinreles se ventilen mientras se secan los calcetines, que imagino lavados de cualquier manera en los lavabos del aeropuerto de Changsha, en la región de Hunan, China.
¿Qué hacía Alexander Pieter Cirk en el aeropuerto de Changsha, en tan poco elegante situación? Como diría un novelista, es largo de explicar.
Don Alexander Pieter Cirk tuvo la suerte o la desgracia de conocer a una chica por internet. Una mujer china, según todos los indicios, o que vivía en Changsha, lo menos. En fin, que conoció mujer por internet (no en sentido bíblico, se entiende) y quiso conocerla en persona (ahora sí, en cualquier sentido). ¿Por qué? Porque se había enamorado de ella. Por lo que se ve y conoce, perdida, intensa, tontamente. Le dijo ¡Voy p'allá! y fue.
No sé si el amor mata, pero mira cómo dejó al holandés.
Diez días, diez, pasó Alexander Pieter Cirk en el aeropuerto de Changsha, preguntándose por qué su cariñito no iba a recogerle, por qué no aparecía, dónde se habría metido... Él, espera que te espera y ella sin aparecer. Diez días, insisto, diez, hasta que las autoridades lo recogieron del suelo (literalmente) y se lo llevaron a un hospital, con graves síntomas de agotamiento físico. Al parecer, el personaje era diabético y eso lo complicó todo un poco más. De su estado mental, que suponemos ya alterado y dolido, no habla nadie.
La fotografía de la señorita Zhang, en el teléfono móvil de su enamorado. Como pueden observar, tiene un grave defecto en el rostro, un pixelado que estaba operándose cuando llegó su amorcito desde Holanda en avión.
La noticia saltó a la televisión de Hunan y pronto apareció la fémina, el objeto del amor de Alexander Pieter Cirk. Se llama Zhang, tiene veintiséis años y tenía la cara pixelada, lo que explicará lo que ocurrió después.
La mujer confirmó que, en efecto, conocía (no en el sentido bíblico) al varón y que sabía que iba a presentarse de un día al otro. Previendo tal contingencia, para estar más guapa cuando fueran a conocerse (en el sentido que ustedes quieran), se sometió a una operación de cirugía plástica. No se especifica qué se operó, si la nariz, el mentón, los pómulos, las tetas o si procedió a dejarse liposuccionar, pero fuera lo que fuera, fue en otra ciudad. Pero dijo que después de ésa necesitaba tiempo para recuperarse. Fuentes bien informadas han explicado a El cuaderno de Luis que pretendía quitarse el pixelado de la cara, apreciable en las fotografías.
La pregunta es automática: Mujer, ¿no sabías que venía?
Hubo un problema de comunicación. La china recibió un mensaje con números y letras que no supo interpretar. La señorita Zhang, en vez de preguntar qué significaba tan críptico mensaje a su enamorado holandés, fue a lo suyo. Esa combinación de letras y números no era otra cosa que el vuelo que iba a tomar su amado para conocerla.
Otra versión de la historia es más cruel y por lo tanto, más fiable. Zhang confesaría delante del televisor que cuando vio la fotografía del billete de avión que le envió Alexander Pieter Cirk creyó ¡que era una broma! Además, no volvió a ponerse en contacto conmigo, se excusaría delante de los micrófonos. ¿Dice la verdad? ¿El holandés pasó diez días en el aeropuerto sin enviar ni un mensaje a su queridísima Zhang? Si lo envió, no pude enterarme. Estaba en otra ciudad y fuera de cobertura, porque le estaban quitando los píxeles de la cara. Valiente excusa.
El final de esta historia era previsible. Tan pronto como Alexander Pieter Cirk fue dado de alta en el hospital, pilló el primer avión de regreso a Holanda. Zhang quedó en China para vestir santos, mientras insistía delante de las cámaras de Hunan TV que ella no da por acabado tan intenso romance y que mantiene las puertas abiertas (bonita metáfora) para su amante holandés. Pero no creo que éste ahora quiera conocerla, ni en el sentido bíblico ni en cualquier otro sentido. Que diez días son diez días, caramba.
¡Menudas vacaciones!
Ya lo dicen: Amor es muy travieso.
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