Yo les digo cuatro cosas y ustedes se hacen la composición y buscan los ejemplos. Es que me da pereza ir más allá. Calor, aburrimiento y hartazgo me acompañan cuando esto escribo.
La ley de Poe afirma que (cito) es difícil o imposible distinguir entre una postura ideológica extrema y la parodia de esa misma postura.
Al principio, esta ley se aplicaba a los foros de internet, pero hoy se está demostrando válida en cualquier entorno donde haya posturas ideológicas cerradas y propensas al fanatismo. Se da naturalmente en religión y en política.
Cuando la ley de Poe se torna válida, ocurren cosas que tienen un punto ridículo, esperpéntico, cómico, estúpido, absurdo, hilarante, imbécil..., que es lo que se quiere notar con esta ley. Se me ocurren muchos adjetivos, todos ellos válidos, y pueden escoger, para cada episodio, uno o algunos de los posibles, porque hay adjetivos y episodios para dar y repartir. Aquí y en todas partes.
Si esto es una burla o va en serio, no puede saberse a primera vista.
(Nota: Agárrense, que va en serio).
Pura ley de Poe.
(Nota: No es Jonqueras, sino Junqueras.)
¡Presentes!
El paralelismo es obsceno, pero inevitable.
Cualquiera podría haber prevenido contra la semejanza, pero no.
Ley de Poe.
El procés es uno de esos entornos donde la ley de Poe se cumple a rajatabla gracias a la sacralización de su simbología, la aceptación incondicional de su discurso y la cohesión grupal y excluyente de sus seguidores, muy semejante a la de un fanatismo religioso, que se consagra en una ocupación y apropiación de lo público. Es un fenómeno sobre el que tendrán que meditar, y mucho, tanto psicólogos como antropólogos, porque la ley de Poe se manifiesta con tanta rotundidad y tantas veces que parece mentira.
Como tienen ejemplos a porrillo, sírvanse ustedes mismos. Si no se les ocurre nada, les añado una de mis ristras de tuits favoritas, recopilada por Oriol Güell (@oriolguellipuig), y verán que, a poco que piensen, se verán desbordados de ejemplos:
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