La idea de esta exposición es la de enfrentar a Caravaggio con sus contemporáneos, y especialmente con sus amigos y enemigos (como señala el título de la exposición), durante los años que Caravaggio pasó en Roma. Ojo al dato, porque los biógrafos del pintor siempre parten en dos la biografía de Caravaggio; la primera parte, Roma; la segunda, cuando no estuvo en Roma, a la que nunca pudo volver, sino en cualquier otra parte (Nápoles, Malta, Sicilia...).
En Roma, Michelangelo Merisi comenzó a ser conocido como Caravaggio. Aunque ya había tenido maestros en Milán, fue en Roma donde comenzó a pintar en serio y su progresión como artista es evidente en la sucesión de sus primeros lienzos. En la Ciudad asentó su estilo y alcanzó la fama. Primero, entre la élite de los coleccionistas y amantes del arte. Pensemos en sus principales mecenas y protectores: el cardenal del Monte, los Giustiniani, los Maffei, incluso los Barberini. ¡Llegó a ser el pintor mejor pagado de Roma!
Luego, tan pronto consiguió el encargo de la capilla Contarelli, alcanzó la fama entre el público. Su estilo, cercano a las tesis del Oratorio o del pauperismo de Borromeo, apegado a la realidad de la calle, pero mucho más intelectual de lo que puede parecer a simple vista, lo elevó a una fama inmediata y grande. Pero también lo arrojó a una mala digestión de su éxito.
Sus obras eran revolucionarias, tanto en la técnica como en el mensaje, en su misma concepción. Al final de su etapa romana, Caravaggio se enfrentó al rechazo de las instancias oficiales. Ya tuvo problemas con su primer San Mateo y el ángel, pero luego fueron a peor. Rechazaron El tránsito de la Virgen y La Virgen de los palafreneros (ésta, para San Pedro en Vaticano). En su lugar, se expusieron obras manieristas, diría que cursis y afectadas, y Caravaggio se sintió ofendido.
Al final, su carácter explosivo y colérico, excesivamente quisquilloso y violento, se alimentó de estos rechazos de las instancias oficiales y de los ataques de pintores que, como es evidente a cualquiera que examine su obra, eran inferiores a él. Además, es posible que estuviera metido en otra clase de negocios (¿era acaso un proxeneta?, se preguntan algunos) y todo acabó mal o peor que mal cuando mató a Ranuccio Tomassoni en un duelo por una cuestión de putas (perdón), una reyerta por una apuesta en un partido de tenis o una pelea de bandas previamente acordada. Huyó malherido de Roma y lo que siguió es ya otra historia.
En esa larga etapa de formación, consolidación, éxito y crisis se forjó el gran pintor que, podríamos decir (no sé si exagerando o no, pero no me importa), llevó la pintura hasta el barroco.
La exposición compara a Caravaggio con sus maestros en Roma (exponen Anteveduto Gramatica y el caballero d'Arpino), a los que enseguida dejó atrás, con sus adversarios (Baglione, por ejemplo), con los grandes maestros contemporáneos (Manfredi o Carracci, éste con un discurso pictórico completamente opuesto al caravaggesco) y, por supuesto, con sus amigos y conocidos, algunos de los cuáles no dudaron en imitar su estilo. Se exponen obras de los Gentilleschi, padre (Orazio) e hija (Artemisia), que tan próximos fueron a Caravaggio, un gran lienzo de Ribera (una Negación de San Pedro), de Cecco de Caravaggio (que aparece como artista, sí, pero también como modelo en un hermoso San Juan Bautista), etc.
Una pequeña gran exposición. Todo un lujo, un placer, poder verla.
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