Les petits soldats de Strasbourg (1/5)


Aquí, unos zapadores de un regimiento de élite.

Entre los aficionados, historiadores y coleccionistas, son conocidos, simplemente, como les petits soldats (los soldaditos) y, para que no haya lugar a confusión, añaden la ciudad que les vió nacer, Strasbourg (Estrasburgo). Forman parte de la pequeña historia, ésa que apenas asoma en las páginas de los libros. Sin embargo, estos petits soldats se han convertido, en más de una ocasión, en testimonios de primera mano de las guerras que asolaron Europa entre 1789 y 1815. 

Estos soldaditos de papel, en efecto, se han convertido en un objeto del deseo de todos aquéllos que están interesados en los ejércitos franceses de los tiempos de la Revolución, el Consulado o el Primer Imperio. También, en una referencia obligada de los que vinieron después, hasta el final del Segundo Imperio. Aunque hubo otras ciudades donde se imprimieron soldaditos de papel (especialmente, en Alemania), les petits soldats de Strasbourg son especiales y únicos, por muchas razones.

Aquí, una pieza de artillería a caballo.

Estrasburgo ocupa una posición estratégica muy importante. Se había visto en siglos anteriores y se volvió a ver en la Segunda Guerra Mundial. Cualquiera que quiera ir de Francia al centro de Europa o del centro de Europa a Francia tiene que pasar por Estrasburgo. Los ejércitos de Napoleón tuvieron que pasar por Estrasburgo para atacar Austria, Prusia o lo que fuera y los ejércitos de los aliados coaligados contra el Corso también tuvieron que pasar por ahí el día que, finalmente, consiguieron abrirse camino hasta París. Eso explica que Estrasburgo fuera una plaza fuerte con guarnición permanente.

La presencia militar en la ciudad era importante. En época napoleónica, la población de Estrasburgo estuvo entre los 25.000 y los 30.000 habitantes y la guarnición permanente en la ciudad se mantuvo entre los 6.000 y los 10.000 hombres. Murallas y ciudadelas provistas de buenas piezas de artillería convivían con las sedes de varios regimientos, donde se formaban los batallones o escuadrones de reemplazo. Convivir con la tropa era la costumbre y la industria de la ciudad pronto se adaptó a ello.

Estrasburgo, curiosamente, tenía una potente industria editorial. Perdónenme si la llamo así. Más propio sería decir que tenía buenos talleres de impresión. Sumando uno y uno salen dos, y quien sumó fue... un panadero.

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