Quizá lo que más nos sorprende de Caravaggio sea la profunda espiritualidad de su obra, la devoción que muestra e inspira. Y nos sorprende porque conocemos al Caravaggio que va de putas, se ve envuelto en riñas y tira de los aceros sin preguntar.
En la exposición parisina dedican un buen espacio a unas obras que muestran el lado más religioso del pintor. También muestran un momento en que su obra comenzó a ser rechazada para ser mostrada ante el gran público (aunque nunca dejó de ser muy ambicionada por los coleccionistas contemporáneos). Su San Gerónimo escribiendo de la Galleria Borghese o dos San Francisco en meditación dan buena prueba del genio del de Caravaggio y de su hacer en esta época. Un San Lorenzo del Cecco de Caravaggio (años posterior) y un San Gerónimo de Orazio Gentilleschi son un magnífico contrapunto a estos cuadros.
Los dos lienzos de la meditación de San Francisco expuestos. El de arriba se expone normalmente en Cremona y el de abajo, en el Palazzo Barberini, en Roma.
Un detalle del San Lorenzo del Cecco de Caravaggio.
Seguramente, un autorretrato.
San Juan Bautista se nos ha hecho un hombre.
Caravaggio se enfrentó entonces al comienzo de sus peores días, en los que se iba sumiendo más y más en toda clase de problemas y líos, hasta que, un mal día, mató a Ranuccio Tomassoni. Si fue por una apuesta, por una cuestión de putas, por pura inquina o mala suerte, no importa, pero el hecho provocó la huida del pintor y un exilio que se hizo evidente en su pintura.
Para exponer esta etapa del fin de su estancia en Roma se exponen la segunda Cena de Emaús, emotiva, bellísima y oscura (con la que se dice que intentó comprar el perdón por su crimen a la familia Borghese), y un Ecce Homo que he de reconocer que me impresionó muchísimo visto en persona.
En esta Cena de Emaús Caravaggio reduce el atrezzo al mínimo.
Es impresionante, con todas las letras.
El Ecce Homo de Caravaggio.
Deja sin aliento. En detalle, el rostro de Pilatos.
Se comparan estas obras con grandes muestras de artistas contemporáneos o posteriores. El tema de la negación de Pedro aparece tratado por Ribera o Saraceni, y el del Ecce Homo por Cigoli o Manfredi (éste, con una Coronación de espinas).
La negación de Pedro, de Saraceni. Es magnífica.
Uno creía que ya se había emocionado del todo y resulta que no, que quedaban muchas emociones en la recámara.
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