La verdad, en Sitges no se pueden quejar. Los fuegos de artificio que queman la noche del día 23 de agosto en honor de Bartolo son bastante buenos y hacen honor al santo. Los indígenas del lugar (cómo no) aseguran que son los mejores del mundo mundial, cosa que no sé yo, pero sí, son buenos.
Arde la Punta, queman la iglesia, mueran el Estado y la Religión...
Ay, no, perdón, que es la Fiesta Mayor, qué despiste.
Este año, para animar los fuegos de artificio, se empleó por vez primera un artefacto termonuclear, que fue muy apreciado por el público indígena, que siempre quiere más.
Con el transcurrir de los años, se han potenciado las emociones fuertes hacia el final, con mucho ruido, como es de menester, pero entre tanto se obsequia al personal con luces y colores y la tradicional quema de la iglesia, que, supongo, debe de ser una tradición anarco-sindicalista que se mantuvo (inexplicablemente) durante el franquismo y el pujolismo hasta hoy. Tiene mérito, porque en ambas tradiciones catalanas, los gobernantes son pacatos y beatos cursis en asuntos de religión.
Una constante en este particular acontecimiento de la Fiesta Mayor y que distingue al indígena suburense auténtico de uno que no lo es son los comentarios posteriores a la quema de los fuegos de artificio. Puede que admitan que no han estado mal, pero siempre tienen que encontrar... algo. Es frecuente el empleo de frases comodín como: Este año ha durado menos, Le ha faltado ritmo, El humo no lo dejaba ver bien, No sé yo, esos nuevos cohetes... Etc.
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