Barry Lyndon



En verdad, el título de la novela no es Barry Lyndon, sino (agárrense) Las memorias del caballero Barry Lyndon del Reino de Irlanda donde se incluye: el relato de sus extraordinarias aventuras; sus desgracias; sus penalidades al servicio del finado monarca de Prusia; su estancia en numerosas cortes europeas; su matrimonio y magníficas residencias en Inglaterra e Irlanda; y las muchas y crueles persecuciones, contubernios y difamaciones de las que ha sido víctima. Así que, si no  les importa, como tanta gente antes que yo, incluyendo a sabios y experimentados editores, Barry Lyndon será, y no lo otro, por una cuestión de economía.

El título original tiene la ventaja nada despreciable de hacernos un resumen muy aproximado del libro, el famoso de qué va. Es, en efecto, la autobiografía que escribe un personaje de ficción, Redmond Barry, posteriormente Barry Lyndon (en la obra se explica por qué este cambio), en la segunda mitad del siglo XVIII. La escribió William Makepeace Thackeray (1811-1863) y es una maravilla, créanme. 

Por cuestiones que no vienen al caso, tengo que leer muchas porquerías en forma de manuscrito y hay días en que cuesta llevarse bien con las letras, si tal es el nivel de los que escriben. Así que, de vez en cuando, preciso urgentemente reconciliarme con la literatura y viene a mis manos un clásico como éste. El tratamiento funciona, porque la novela es magnífica y no está falta de intrigas, aventuras, sátiras y reflexiones sobre la naturaleza humana.

Me dicen que la obra está inspirada en un personaje llamado Andrew Robinson Stoney, pero qué importa, tal y como está narrada. Se publicó por partes en 1844 (como solía ser costumbre en la época) y sólo publicadas como libro diez años más tarde. Y como suele ocurrir, el libro no fue bien recibido por sus contemporáneos. Ahora decimos que no lo entendieron, pero lo cierto es que entendieron perfectamente que el protagonista de la obra era un tipo moralmente reprobable y eso, en aquel entonces, no gustaba nada. 

Porque el protagonista es un idiota moral. Vamos a decirlo de otra manera: un amoral. El autor consigue que éste, que comienza como pícaro, nos caiga simpático. Luego, nos resultará antipático, hasta ser odioso. Tendremos la peor opinión de su persona y, cuando se precipite al abismo... ¡nos apiadaremos de él! No sabemos en qué momento nuestro héroe pasa a ser un tipo despreciable, ni exactamente cómo o por qué. Esa metamorfosis del sentimiento que nos despierta el personaje (que nunca ha disimulado su verdadera naturaleza, he ahí su mérito) es algo muy, pero que muy difícil de conseguir. Thackeray lo consigue.

Además, deja ir en la obra una visión de la historia reciente (de aquel entonces) irónica y punzante, y una exposición que roza el cinismo de la hipocresía social de entonces (y de ahora, la verdad es ésa). Cultiva la ironía con arte y salero y sabe tensar las cuerdas del relato. Hay mucho que decir y mucho que contar sobre el tratamiento de los personajes, la exposición de los hechos, la trama, los trucos del autor... pero ¿hace falta que hablemos de ello aquí y ahora? No creo. Hay bibliografía abundante sobre este asunto y en la edición de Penguin Clásicos, una buena introducción, para quien esté interesado. 

Mi consejo es que lean Barry Lyndon y la disfruten como es, que no es pequeño el gozo.

2 comentarios:

  1. Lo tengo por influencia de la pelicula de Kubrick y no pense que era tan bueno. Lo compre como fetiche digamos. Me diste muchas ganas fe leerlo de una buena vez! Gracias!

    ResponderEliminar
  2. Yo he visto la película, que es francamente buena, rodada exclusivamente con luz natural. desconozco la obra.
    Un saludo

    ResponderEliminar