Seré muy breve. Echando un vistazo a mi alrededor, observo que la mayoría de la gente hace lo que tiene que hacer para superar la epidemia. Unos, quietecitos en casa; otros, trabajando por sueldos de miseria en un supermercado o como auxiliar en un hospital, por ejemplo. La mayoría contemplan el futuro con prevención, con miedo, porque la economía se les está yendo abajo. Pero arriman el hombro, cada uno a su manera.
En cambio, echo un vistazo hacia arriba y contemplo a los responsables de la cosa pública y lo único que confirmo es que no están a nuestra altura. No dan la talla. Unos son escandalosamente ineptos; otros son miserables; y aunque no todos son así, el resultado final es decepcionante. Tal cual.
Es triste, es así.
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