Cissé Soravilla Soria
Garabato semántico-frenético (2010)
Técnica mixta: lápiz duro, bolígrafo y sopa de galleta sobre papel doblado
14,8 por 21 cm
El joven artista, influenciado por el recuerdo de Pollock y la exquisitez de Bacon, establece un diálogo entre las formas enérgicas y violentas de un lápiz duro y la aparentemente errática, lenta y sobria línea de un bolígrafo azul que, destacando entre los grises, se enaltece a sí mismo como centro de gravedad del discurso gráfico, tan rico en matices formales. A un lado, semejando un ente ajeno al diálogo, quizá conflicto, entre la pasión y la razón humanas, surge la materia, representada con una impresión de sopa de baba y galleta. Este apunte, que nos recuerda la progresión escultórica de las pinturas de Tàpies, la energía de la pintura cerámica de Barceló o la meditada simplicidad del mejor Miró, deviene en sí mismo un motivo de reflexión y de diálogo entre el artista y el espectador. Pues, en efecto, el conflicto entre la Eros y Tánatos, el ánima y el espíritu, la fe y la ciencia, que refleja el núcleo formal, que no semiótico, de esta obra enlaza con la materia a través de un único trazo vigoroso del lápiz, el espíritu carnal, elemental, de la materia humana, que gira y se revuelve alrededor de la mordaza de represora de la inteligencia. El dilema eterno, esencialista, entre la naturaleza dada y la naturaleza adquirida, se presenta además como una superación del yo espiritual a través del yo material, como una génesis del espíritu latente en la materia que propone al público motivo suficiente de reflexión epistemológica y cognoscitiva.
Una gran obra, en suma.
Garabato semántico-frenético (2010)
Técnica mixta: lápiz duro, bolígrafo y sopa de galleta sobre papel doblado
14,8 por 21 cm
El joven artista, influenciado por el recuerdo de Pollock y la exquisitez de Bacon, establece un diálogo entre las formas enérgicas y violentas de un lápiz duro y la aparentemente errática, lenta y sobria línea de un bolígrafo azul que, destacando entre los grises, se enaltece a sí mismo como centro de gravedad del discurso gráfico, tan rico en matices formales. A un lado, semejando un ente ajeno al diálogo, quizá conflicto, entre la pasión y la razón humanas, surge la materia, representada con una impresión de sopa de baba y galleta. Este apunte, que nos recuerda la progresión escultórica de las pinturas de Tàpies, la energía de la pintura cerámica de Barceló o la meditada simplicidad del mejor Miró, deviene en sí mismo un motivo de reflexión y de diálogo entre el artista y el espectador. Pues, en efecto, el conflicto entre la Eros y Tánatos, el ánima y el espíritu, la fe y la ciencia, que refleja el núcleo formal, que no semiótico, de esta obra enlaza con la materia a través de un único trazo vigoroso del lápiz, el espíritu carnal, elemental, de la materia humana, que gira y se revuelve alrededor de la mordaza de represora de la inteligencia. El dilema eterno, esencialista, entre la naturaleza dada y la naturaleza adquirida, se presenta además como una superación del yo espiritual a través del yo material, como una génesis del espíritu latente en la materia que propone al público motivo suficiente de reflexión epistemológica y cognoscitiva.
Una gran obra, en suma.
Genial!
ResponderEliminarEs buenísimo!
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