Fin


Me he llevado una sorpresa. Me habían hablado muy bien de Fin, de David Monteagudo. Por lo tanto, no esperaba nada del otro jueves; como mucho, algo que poder leer entre libro y libro. Mi desconfianza proviene de quienes también hablaron bien (tan bien) de La sombra del viento, o de ésos otros que todavía creen que Los pilares de la tierra es literatura. Sin embargo... Sin embargo tenía dos razones (tres, en verdad) para leer Fin. Una, mi hermano dejó ir un ¡No está mal! (es un tanto lacónico en sus críticas librescas) y mis libreras favoritas opinaron de un modo parecido, sin mojarse, muy prevenidas; dos, una entrevista a Monteagudo en un buen programa de televisión (de ésos que no ve nadie) me convenció no de su buen oficio, pero sí de su empeño y compromiso con lo escrito.

Recuerden: es la primera novela de una persona en apariencia insignificante, un inmigrante gallego que trabaja de mecánico en una fábrica catalana de cartón ondulado. Hace de casteller en sus ratos libres, y también escribe. ¿Quién iba a pensar...? La tercera razón, que me dejó intrigado, es que Fin la publicara Acantilado. ¿Una primera novela de un autor vivo, en Acantilado? No entiendo nada.

He leído Fin y ahora entiendo. Me ha gustado. Me ha enganchado, que se dice, especialmente hacia el final. Por cierto, ¡todo el mundo habla del final! ¿Qué pasa con el final? Pues ¿qué va a pasar? Que es el único final posible, y magnífico. Si es un final abierto, si se pretende dar paso a una segunda parte... Bah, ya está bien así como está.

El autor no engaña: no pretende escribir una gran obra literaria. Libre de esta responsabilidad, se suelta y da lo mejor de sí. Nos presenta a un grupo de cuarentones que se reúnen veintitantos años después de liar una de muy gorda para burlarse de uno de ellos. Se encuentran en un refugio de montaña, escenario de su adolescencia, donde aflorarán sus miserias. Entonces sucede algo absurdo y terrible, desconcertante, y no diré más. Aviso: se parece a un episodio de The Twilight Zone.

Comienza lentamente y va acelerando. Los personajes parecen estereotipados. Qué parecen... Lo son, pero no importa. Puede resultar molesto al principio, pero hay que acostumbrarse al diálogo, que tiene más enjundia de la que aparenta. Presten mucha atención a la fauna, que marca las mejores escenas. Etcétera. Cuando se entra, cuesta salir y cada página se lee mejor que la anterior. Si toman Fin como lo que es, una historia sin pretensiones, disfrutarán como un camello y quizá vean cosas que no esperaban ver.

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