A farra flamenca



No creo en eso que llaman el carácter nacional, aunque reconozco que la tradición y la cultura forjan unas costumbres que se le parecen mucho. Algunas se van perdiendo; otras se extienden a los pueblos vecinos; las de más allá creemos que son manifestaciones clarísimas de nuestra singularidad patria y resulta que las tiene cualquiera.

Si uno hace caso de lo que dicen y existe eso que llaman carácter nacional, ¿cómo son los gallegos? Echando mano del tópico, los gallegos están dándole a la gaita todo el día, se alimentan de percebes y los mediterráneos añadiríamos que les falta algo de chispa. Pero parece ser que no son así.

De entrada, son muy aficionados a la juerga flamenca. A los datos me remito. En las ocho provincias andaluzas están registrados sesenta y un tablaos flamencos. En Galicia... ¡más de doscientos! Han leído bien, doscientos.

La cifra no es mía, es de la Federación de Empresarios de Salas de Fiestas y Discotecas de Galicia (Fesdiga). Esta sociedad sostiene que en las cuatro provincias gallegas funcionan doscientos negocios con licencia de tablao flamenco. Este dato nos hace sospechar que los gallegos se pasan el día... perdón, la noche, cantando, bebiendo y bailando flamenco, en una jarana que se sabe cuándo empieza, pero no cuando acaba, todo bullicio y fandango. A farra flamenca, y nunca mejor dicho.

Algo de eso hay, pero no van por ahí los tiros. Existen doscientas licencias de tablaos flamencos, pero la Casa de Andalucía en Galicia sostiene que tablaos, tablaos, lo que se dice tablaos flamencos, no hay ni uno en toda Galicia. Entonces ¿de qué estamos hablando?

De hacer trampas. La Xunta de Galicia regula los horarios de los locales de ocio: bares, discotecas, salas de conciertos, etc. El local que puede cerrar más tarde es, curiosamente, el tablao flamenco. Pero el gobierno gallego exige que un tablao flamenco sea un local donde (traduzco) se desarrollen actuaciones de música y danza flamenca en directo; también especifica que el local debe disponer de un escenario de madera elevado (el tablado o tablao) y mesas para las consumiciones del público; no hay que olvidar que será obligatorio al menos un camerino, y que las pistas de baile para el público están expresamente prohibidas en esta clase de locales.

Pero ¡qué importa la letra pequeña! Los ayuntamientos gallegos hacen la vista gorda y reparten licencias de tablao flamenco a diestro y siniestro, y los empresarios del ocio nocturno (eufemismo) se forran con el cambio de horario de sus actividades. Lo más curioso es que podían emplearse otras formas de negocio, como el café-concierto, el café-teatro o el café-cantante, para ampliar el horario, pero los gallegos han escogido mayoritariamente el tablao flamenco, que promete juerga. Como se están restringiendo las licencias de discoteca, se pide la de tablao y en paces. Además, así se ahorra uno la insonorización y otras mandangas.

El caso más espectacular es el de Santa Comba. El caso saltó a la fama y se puso al descubierto la afición flamenca de los gallegos hasta el punto que han intervenido los tribunales y el gobierno para poner un poco de orden.

Santa Comba contaba con once mil habitantes y cuarenta y tantos tablaos flamencos. El señor alcalde era, digamos, muy generoso con las licencias y se pasaba por el forro las denuncias de los vecinos. Lo que comenzó como una queja acabó en los tribunales y la Audiencia Provincial de A Coruña ha confirmado la sentencia del Juzgado de lo Penal número 5 de A Coruña: cuatro años de inhabilitación para cargo público por prevaricación para el (ex)alcalde de Santa Comba, don José Toja Parajó. El tipo concedía licencias como quien reparte caramelos. El juez ha dicho en la sentencia que no era normal lo de tener cuarenta y tres tablaos flamencos en Santa Comba. Se añade que las denuncias que recibía el municipio por esos locales de exceso nocturno se archivaban en una carpeta, se guardaba la carpeta en un cajón y santas pascuas, que ahí se quedaban, libres de polvo y a buen resguardo. El suceso se da por probado. Como ésta, tantas otras irregularidades que han sido puestas en evidencia por el auto judicial.

Quién nos lo iba a decir. Por cierto, ¿cómo sonarán unas seguidillas con gaita?

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