Personal Coaching Procedure Manager
Viene un amigo y me dice que tiene un personal coach. Le pregunto si es grave y me dice que no, pero su expresión denota preocupación. Sé que miente.
Una vez se ha roto el hielo, es cuestión de paciencia. Poco después, mi amigo confiesa. Ha sido su empresa, susurra avergonzado. Es una multinacional, ya sabes, se excusa. Como tiene un cargo importante, tiene que someterse a ciertas humillaciones para cobrar el sueldo. Una de ellas es, en efecto, un personal coach.
Diapositiva pogüerpoiniana gilipollesca típica.
No sé si alguno de mis lectores habrá sufrido la tortura del coaching en su empresa. Llegan unos personajes que no conocen para nada la empresa y que luego se marcharán por donde han venido. Reúnen a todo el mundo para exponer una colección de diapositivas de pogüerpoin que dicen obviedades acabadas en ing, del estilo de la relaxing cup of café con leche. Se organizan grupos de trabajo, donde no se trabaja ni se dice la verdad, donde hay que seguir la comedia y exclamar ¡yupi! ¡Chachi! ¡Guay!
Ahí afuera la vida seguirá siendo gris. Es más, cuando alguien contrata a una empresa de coaching es que piensa en echar a la calle a la mitad de la plantilla. Fijo.
El coaching es ideológicamente gilipollas, nocivo y peligroso.
La filosofía del coach es la del autoayudismo, una mezcla nociva de buenismo chachi y neoliberalismo atroz. Dice el autoayudismo que yo decido mi suerte y mi destino. Si las cosas me van mal, van mal porque yo quiero, porque si quisiera que fueran bien, irían bien, vaya si no. No son ni el azar ni las circunstancias las que se echan encima de mí y me joden la vida, sino yo, que no peleo lo suficiente, que no merezco mejor suerte porque, ay, no la busco. ¿Justicia social? ¿Igualdad de oportunidades? ¡Bobadas!
Es un discurso en boca de casi todo el mundo. ¿No me creen? Presten atención a los discursos de empresarios, economistas, políticos, incluso famosillos de tres al cuarto. Es la ideología del neoliberalismo más extremo, donde sólo vale el éxito y la fe ciega en él. Abominable en esencia, presente en todas partes.
Le dije a mi amigo que algo que propone la empresa no puede ser bueno. Se encogió de hombros.
Pese al título del libro, al final no sabremos quién se ha llevado el queso a casa y ha dejado a los trabajadores con el culo al aire. La moraleja no pide castigar al ladrón de queso, sino resignarse a ello.
Cuando se puso de moda ¿Quién se ha llevado mi queso?, de Spencer Johnson, las empresas lo regalaban a sus trabajadores. Pocos años después, esas mismas empresas regalaron a sus trabajadores con veinte días por año trabajado y un despido fulminante, que se repartió sin considerar si uno tenía o no tenía fe en los objetivos de su empresa.
¡No había sitio para la queja! En el libro del queso se dice que hay confiar en lo que uno quiere hacer y luchar para superar el cambio con optimismo y confianza en uno mismo. Así que ¡al paro! ¡A luchar con optimismo y confianza por uno mismo! Y no te quejes, que si te quejas, es que no mereces esta oportunidad y si te va mal, es porque no pones suficiente empeño en que te vaya bien. Si te hubieras leído el ¿Quién se ha llevado mi queso? que te regalé, otro gallo cantaría.
Mi amigo está muy preocupado, con razón. Soportar un personal coach es un martirio chino. ¡Lo que hace uno por no perder su trabajo!
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