Leo una noticia de ésas que se publican en un rincón del periódico, en letra pequeña, y me enfado.
Resulta ser que se ha reunido la XVIII Asamblea de la Cumbre Judicial Iberoamericana, con representantes de los veintitrés países que la forman, entre los que se cuenta España. Ha sido en Asunción, Paraguay, y se han preocupado mucho por una cosa: que poca gente comprende qué dice un juez cuando escribe una sentencia judicial. La delegación española, consciente de este problema, ha presentado una propuesta que dice, poco más o menos, que los jueces han de emplear un lenguaje más directo y comprensible. Si las personas afectadas por la sentencia no entienden lo que dice la sentencia...
Hasta aquí, bien. Estoy de acuerdo. Los jueces y los abogados escriben que da pena. Todos sus esfuerzos se vuelcan en volver incomprensible lo que están diciendo. Si alguno de mis lectores ha vivido la desgracia de tener que enfrentarse a un texto legal, sabe de qué le hablo. Si no lo sabe, busque un formulario de Hacienda, que se expresa con un lenguaje muy similar. Parece como si Hacienda no quisiera que usted pague impuestos, porque pone realmente difícil saber en qué casilla debe ponerse una equis. Los jueces, los abogados, lo mismo.
Los señores de la XVIII Asamblea de la Cumbre Judicial Iberoamericana han aplaudido a rabiar la propuesta española. ¡Bravo! ¡Muy bien! Luego han tomado la única resolución (digo bien, la única) de la asamblea, que consiste en suprimir las expresiones en latín de las sentencias judiciales. Porque ésa ha sido la única medida a la que se ha comprometido la XVIII Asamblea de la Cumbre Judicial Iberoamericana para que el lenguaje jurídico sea más accesible al ciudadano.
Don Carlos Lesmes, enemigo declarado del latín.
¿Quién ha sido la mente pensante que ha propuesto tal cosa? Don Carlos Lesmes, presidente del Consejo General del Poder Judicial, que ya está impartiendo las órdenes oportunas (e incomprensibles) para que los profesores de la Escuela Judicial y los señores jueces, fiscales, abogados y procuradores (y perdón si me dejo a alguno) no empleen latinajos en sus escritos. ¡Menuda memez!
Les pondré tres frases de una sentencia judicial de hace un año, ésta.
Una. En el primer motivo planteado, la parte recurrente, con carácter general, denuncia la incorrecta interpretación del contexto normativo aplicable al caso que realiza la Audiencia, principalmente desde la óptica interpretativa de la preferencia de la interpretación literal que, a su juicio, debe determinar el sentido del proceso interpretativo.
Dos. Al respecto, debe puntualizarse, desde el principio, el carácter instrumental que presenta la interpretación literal de la norma, de forma que no debe valorarse como un fin en si misma considerada, pues la atribución de sentido, objeto del proceso interpretativo, sigue estando en la finalidad y función que informa a la norma.
Tres. Pues bien, en esta línea de interpretación ya trazada, esto es, de la razón tuitiva de la norma y de su alcance imperativo, también hay que resaltar, en sentido contrario a lo alegado por la parte recurrente, que la cuestión planteada no escapa a esta finalidad que informa a la norma.
No veo yo latines por ninguna parte. Y es sólo un ejemplo, de cientos, de miles.
O tempora, o mores...
Esta gente ¿ha leído a Cicerón? No creo. Cicerón habla claro y se entiende todo lo que dice. Con una elegancia y un estilo tal que da gusto leer hasta sus alegaciones en una causa.
No, señores jueces, no, el latín no tiene la culpa. Son ustedes, que no saben escribir.
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ResponderEliminarLa cuestión es sencilla y escribir bien es el reflejo de pensar bien. Un texto claro expresa claridad de pensamiento, un texto enrevesado puede servir para ocultar ideas que no se quieren aclarar. Hay una voluntad de ocultación y de creración de un lenguaje "encriptado" que sólo sea accesible a los miembros de un colectivo. Si las leyes fueran claras no se necesitaría la intervención de tanto letrado, si los letrados se explicaran bien muchas togas no nos parecerían tan negras.
ResponderEliminarEl uso del latín no tiene la culpa de la mala práctica judicial ni de la claridad de los textos, el conocimiento del latín provee de sentido común y esto es indispensable para la administración de justicia.
Saludos
Francesc Cornadó