Tocan las tres de la madrugada y la peste a humos y las sirenas de los bomberos ya han puesto en pie a todo el vecindario. Llegan los héroes cargados de sirenas, toman la calle, cortan el tráfico, conectan las mangueras. Que la gente permanezca en sus casas, que no cunda el pánico, gritan desde los altavoces. Los noctámbulos que pasan por ahí se agarran a las farolas para contemplar el espectáculo. Los hay que paseaban al perro... ¿a las tres de la madrugada? Los vecinos en camisón asoman a las ventanas. Cristales rotos, una columna de humo. Todo acaba, poco después, y parece que nadie se ha hecho daño. No sé que sueldo cobra esta gente, pero no es suficiente. Mientras tanto, los invitados que duermen en el salón a pierna suelta. Ni se han enterado. ¡Dormilones!
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