La brutalidad de las tropas serbias en los Balcanes se ha denunciado repetidas veces y algunos de los instigadores y ejecutores de crímenes de guerra o crímenes contra la humanidad están en juicio o en búsqueda y captura. Algunos de sus crímenes fueron simplemente atroces. Pero nadie se libra de ser un monstruo. El Comité de Legislación y Derechos Humanos del Consejo de Europa ha publicado un informe, todavía un borrador, que se titula Inhuman treatment of people and illicit trafficking in human organs in Kosovo.
En resumen, bandas criminales albano-kosovares, desprovistas de escrúpulos y sobradas de iniquidad, se hicieron con el control del país haciendo las veces de ejércitos de liberación. En aquellos momentos, no existía Estado ni autoridad en Kosovo. Los serbios se retiraban y todavía no se habían presentado las tropas internacionales. Estas mafias obraron con la más absoluta impunidad. Una de estas bandas, la más salvaje, el Grupo de Drenica (el valle donde tenían su cuartel general) capturó a varios centenares de serbios.
Los prisioneros fueron los primeros en sorprenderse: eran razonablemente tratados y bien alimentados. Parecía que habían tenido suerte. Hasta que, un mal día, alguien recibía una llamada telefónica y se le decía que estaba todo a punto. Llegaba el turno de escoger un prisionero, llevarlo al hospital, matarlo de un tiro en la cabeza y despedazar su cuerpo en busca de hígados, riñones, corazones o cualquier otra cosa que alguna clínica privada occidental estuviera dispuesta a pagar a buen precio y sin hacer preguntas. Los prisioneros pronto supieron qué destino les esperaba y padecieron la lenta agonía de esperar a que llegara su turno.
¿Cuántos prisioneros fueron víctimas de este tráfico? Serbia calcula que quinientos; en todo caso, más de doscientos. El informe es espeluznante, y no deja precisamente bien a las fuerzas internacionales que acudieron entonces a poner orden, cegadas por la brutalidad serbia y ciegas todavía ante la brutalidad kosovar. El grupo del valle de Drenica traficaba con drogas, armas, explosivos, mujeres y órganos, con lo que fuera y se le pusiera por delante, y se financió con los fondos del Ejército de Liberación de Kosovo. Su líder era uno de los principales representantes del movimiento nacionalista kosovar delante de las Naciones Unidas y compartía su carrera política y diplomática con su repugnante actividad criminal. Ese personaje despreciable y asqueroso, Hashim Thaqi, ha sido elegido primer ministro de Kosovo hace unos días.
Estados Unidos (principal importador de órganos) reclama pruebas y el gobierno kosovar niega semejante tontería. Sin embargo, el informe señala que diversas organizaciones internacionales, varios servicios de inteligencia occidentales y muchos gobiernos europeos y americanos tenían pleno conocimiento de estas actividades y decidieron mirar hacia otro lado, por no estorbar. Las pruebas existen, afirman los autores del informe, sólo hay que ir a buscarlas.
En resumen, bandas criminales albano-kosovares, desprovistas de escrúpulos y sobradas de iniquidad, se hicieron con el control del país haciendo las veces de ejércitos de liberación. En aquellos momentos, no existía Estado ni autoridad en Kosovo. Los serbios se retiraban y todavía no se habían presentado las tropas internacionales. Estas mafias obraron con la más absoluta impunidad. Una de estas bandas, la más salvaje, el Grupo de Drenica (el valle donde tenían su cuartel general) capturó a varios centenares de serbios.
Los prisioneros fueron los primeros en sorprenderse: eran razonablemente tratados y bien alimentados. Parecía que habían tenido suerte. Hasta que, un mal día, alguien recibía una llamada telefónica y se le decía que estaba todo a punto. Llegaba el turno de escoger un prisionero, llevarlo al hospital, matarlo de un tiro en la cabeza y despedazar su cuerpo en busca de hígados, riñones, corazones o cualquier otra cosa que alguna clínica privada occidental estuviera dispuesta a pagar a buen precio y sin hacer preguntas. Los prisioneros pronto supieron qué destino les esperaba y padecieron la lenta agonía de esperar a que llegara su turno.
¿Cuántos prisioneros fueron víctimas de este tráfico? Serbia calcula que quinientos; en todo caso, más de doscientos. El informe es espeluznante, y no deja precisamente bien a las fuerzas internacionales que acudieron entonces a poner orden, cegadas por la brutalidad serbia y ciegas todavía ante la brutalidad kosovar. El grupo del valle de Drenica traficaba con drogas, armas, explosivos, mujeres y órganos, con lo que fuera y se le pusiera por delante, y se financió con los fondos del Ejército de Liberación de Kosovo. Su líder era uno de los principales representantes del movimiento nacionalista kosovar delante de las Naciones Unidas y compartía su carrera política y diplomática con su repugnante actividad criminal. Ese personaje despreciable y asqueroso, Hashim Thaqi, ha sido elegido primer ministro de Kosovo hace unos días.
Estados Unidos (principal importador de órganos) reclama pruebas y el gobierno kosovar niega semejante tontería. Sin embargo, el informe señala que diversas organizaciones internacionales, varios servicios de inteligencia occidentales y muchos gobiernos europeos y americanos tenían pleno conocimiento de estas actividades y decidieron mirar hacia otro lado, por no estorbar. Las pruebas existen, afirman los autores del informe, sólo hay que ir a buscarlas.
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