Ayer pillé en una emisora desconocida de la TDT un programa de misterios de Sebastián d’Arbó (en verdad, Sebastián Daniel Arbonés Subirats). El profesor D’Arbó, mensajero de lo inexplicable, tiene una productora de televisión que se dedica a la tontería paranormal. Por lo que dijo don Sebastián, llevaban unos programas hablando de los misterios de la Navidad y esa noche tocaba hablar de la estrella de Belén, la que guió a los Reyes Magos.
Don Sebastián presentó a dos expertos. Una astróloga y un especialista en simbología, ahí queda eso. La astróloga dijo que la estrella de Belén podría ser el cometa Harley (ése que descubrió el señor Davidson, supongo), e insistió varias veces en llamarlo así, Harley, con erre. El profesor D’Arbó preguntó por no sé qué conjunciones astrales y entonces habló el simbólogo sobre no sé qué alineación de Piscis, Saturno y tal y habló no de la luz de un astro, sino de una luz interior que tenemos todos, dándome mucho que pensar sobre los efectos estupefacientes de los libros de autoayuda. Aguanté poco más, porque entre el profesor y los dos expertos no sumaban un tanto así de sentido común y reír por reír, prefiero al inspector Clousseau.
El profesor D'arbó no ha sido el único en darle vueltas a este asunto. Estos días, como cada año, he leído en varios periódicos las diversas teorías sobre qué fue esa luz que guió a los Reyes Magos. Dejando a un lado que fue, seguramente, un platillo volante, se habla del cometa Halley (que debe su nombre a Halley, el astrónomo), de una supernova, de una lluvia de meteoritos, de una u otra conjunción planetaria, etcétera. Pero no se sabe nada a ciencia cierta. La estrella con aspecto de cometa es una iconografía medieval (Giotto se inspiro ¡qué casualidad! en el Halley); no se han detectado los restos de la posible supernova; la tesis del bólido o los meteoritos no es muy consistente; de conjunciones planetarias entre el 10 aC y el primer año de nuestra Era hay para dar y repartir y en resumen, el asunto de la estrella de Belén es y seguirá siendo un misterio, que es lo que debe ser.
Entre otras cosas, porque los interesados no quieren entrar en detalles. Así, por ejemplo, a una pregunta sobre este asunto que elevé personalmente a la Oficina de Comunicación de Melcior, Kaspar und Balthasar GmbH me respondieron un lacónico Sin comentarios. Qué le vamos a hacer.
Don Sebastián presentó a dos expertos. Una astróloga y un especialista en simbología, ahí queda eso. La astróloga dijo que la estrella de Belén podría ser el cometa Harley (ése que descubrió el señor Davidson, supongo), e insistió varias veces en llamarlo así, Harley, con erre. El profesor D’Arbó preguntó por no sé qué conjunciones astrales y entonces habló el simbólogo sobre no sé qué alineación de Piscis, Saturno y tal y habló no de la luz de un astro, sino de una luz interior que tenemos todos, dándome mucho que pensar sobre los efectos estupefacientes de los libros de autoayuda. Aguanté poco más, porque entre el profesor y los dos expertos no sumaban un tanto así de sentido común y reír por reír, prefiero al inspector Clousseau.
El profesor D'arbó no ha sido el único en darle vueltas a este asunto. Estos días, como cada año, he leído en varios periódicos las diversas teorías sobre qué fue esa luz que guió a los Reyes Magos. Dejando a un lado que fue, seguramente, un platillo volante, se habla del cometa Halley (que debe su nombre a Halley, el astrónomo), de una supernova, de una lluvia de meteoritos, de una u otra conjunción planetaria, etcétera. Pero no se sabe nada a ciencia cierta. La estrella con aspecto de cometa es una iconografía medieval (Giotto se inspiro ¡qué casualidad! en el Halley); no se han detectado los restos de la posible supernova; la tesis del bólido o los meteoritos no es muy consistente; de conjunciones planetarias entre el 10 aC y el primer año de nuestra Era hay para dar y repartir y en resumen, el asunto de la estrella de Belén es y seguirá siendo un misterio, que es lo que debe ser.
Entre otras cosas, porque los interesados no quieren entrar en detalles. Así, por ejemplo, a una pregunta sobre este asunto que elevé personalmente a la Oficina de Comunicación de Melcior, Kaspar und Balthasar GmbH me respondieron un lacónico Sin comentarios. Qué le vamos a hacer.
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