El autor de estas líneas planteó una pregunta a sus lectores que después de tanto tiempo, transcurrido ya casi medio mes de enero, no tiene sentido, porque ya sabemos todos en qué acaban los propósitos de Nochevieja. La pregunta era, a saber: ¿Cuáles son sus propósitos para 2011?
Resulta preocupante que ni uno solo de mis lectores pretenda este año hacer caso de lo que dicen papá y mamá o creer firmemente en la bondad y el bienhacer de los líderes patrios. No pienso sermonear a nadie sobre la familia, porque es natural que el hijo pretenda corregir lo que erró el padre y acabe errando él por corregir demasiado. Es ley de vida. Eso sí, me permito felicitar a mis lectores por su agudo sentido crítico en relación con la política, aunque sospecho que el resultado de la encuesta no es el triunfo del escepticismo, sino el fracaso de la ilusión.
En el lado contrario, el propósito favorito de mis lectores es, agárrense, escribir un libro. ¡Precisamente ahora! Con lo mal que está el mercado libresco, lo poco que lee el personal... Trato de desanimar a mis lectores, para sacarme de encima a la competencia en la dura lucha por publicar.
También goza de la mayoría el propósito de dejar la bebida y el televisor. Aplaudo la decisión. Propongo, antes de ponerse a escribir un libro, leer otro.
A continuación, una sorpresa: uno de cada tres lectores quiere leer las obras completas de Kierkegaard, aunque no sepan pronunciarlo correctamente (que yo tampoco sé). Un porcentaje similar de lectores quiere adelgazar o tener un hijo, o más de uno. No se ha establecido todavía que leer a Kierkegaard adelgace o provoque ataques eróticos en períodos fértiles, pero todo es ponerse.
A partir de aquí, la cosa se tuerce y los lectores desvarían. Uno de cada cuatro, por ejemplo, quiere sonreír en la oficina (¿dónde se ha visto?) o aprender a tocar la tuba (¿en la oficina?). Son propósitos loables, no diré que no, pero demuestran que los propósitos de la Nochevieja son producto de la intoxicación etílico-champanera, no de un proceso de raciocinio y convencimiento.
Quedan algunos clásicos. Uno de cada seis lectores pretende apuntarse a un gimnasio (qué benditos son, por Dios) o plantar un árbol. Sólo uno de cada diez pretende dejar de fumar, lo que me alegra, pues es señal de que mis lectores casi no fuman.
Resulta preocupante que ni uno solo de mis lectores pretenda este año hacer caso de lo que dicen papá y mamá o creer firmemente en la bondad y el bienhacer de los líderes patrios. No pienso sermonear a nadie sobre la familia, porque es natural que el hijo pretenda corregir lo que erró el padre y acabe errando él por corregir demasiado. Es ley de vida. Eso sí, me permito felicitar a mis lectores por su agudo sentido crítico en relación con la política, aunque sospecho que el resultado de la encuesta no es el triunfo del escepticismo, sino el fracaso de la ilusión.
En el lado contrario, el propósito favorito de mis lectores es, agárrense, escribir un libro. ¡Precisamente ahora! Con lo mal que está el mercado libresco, lo poco que lee el personal... Trato de desanimar a mis lectores, para sacarme de encima a la competencia en la dura lucha por publicar.
También goza de la mayoría el propósito de dejar la bebida y el televisor. Aplaudo la decisión. Propongo, antes de ponerse a escribir un libro, leer otro.
A continuación, una sorpresa: uno de cada tres lectores quiere leer las obras completas de Kierkegaard, aunque no sepan pronunciarlo correctamente (que yo tampoco sé). Un porcentaje similar de lectores quiere adelgazar o tener un hijo, o más de uno. No se ha establecido todavía que leer a Kierkegaard adelgace o provoque ataques eróticos en períodos fértiles, pero todo es ponerse.
A partir de aquí, la cosa se tuerce y los lectores desvarían. Uno de cada cuatro, por ejemplo, quiere sonreír en la oficina (¿dónde se ha visto?) o aprender a tocar la tuba (¿en la oficina?). Son propósitos loables, no diré que no, pero demuestran que los propósitos de la Nochevieja son producto de la intoxicación etílico-champanera, no de un proceso de raciocinio y convencimiento.
Quedan algunos clásicos. Uno de cada seis lectores pretende apuntarse a un gimnasio (qué benditos son, por Dios) o plantar un árbol. Sólo uno de cada diez pretende dejar de fumar, lo que me alegra, pues es señal de que mis lectores casi no fuman.
No hay comentarios:
Publicar un comentario