Tal declaró don José Miguel Santofimia, un personaje de 44 años, víctima de un aparatoso accidente en la calle Gardoki, de Bilbao. El pasado viernes, entrada la noche, don José Miguel había salido del bar con unos amigos por echar un pitillo en la calle. Es que ahora no dejan fumar en los bares, dijo. En éstas, zas, sentí un golpetazo en la cabeza y un estruendo. Según los testigos, don José Miguel, recibió el impacto de dos cascotes de piedra que se desprendieron de la cornisa del edificio bajo el que se cobijaba para fumar. Conmocionado, acertó a dar unos pasos y cubierto de sangre, cayó al suelo. Se lo llevaron al hospital en ambulancia.
El asunto podría haberse resuelto trágicamente. Dentro de lo que cabe, don José Miguel se ha tenido que conformar con dos brechas en la cabeza, treinta puntos de sutura y la suerte de seguir vivo. El bilbaíno lo toma con humor, menos mal. Sobre la Ley Antitabaco dice a quien quiera oírle: Los que no acaben con pulmonía igual acaban como yo. Luego, delante de los micrófonos, don José Miguel reconoce que los tiempos cambian, y que será mejor dejar el tabaco. Ojalá se mejore usted pronto, don José Miguel, y que todo quede en el susto y la anécdota.
El cuento viene a que la desgracia del bilbaíno parece munición para nicotinómanos. En efecto, salta el accidente a las prensas y ya están esas voces airadas reclamando libertad. Ay, qué le vamos a hacer. Es que el humo les ciega, pobrecitos.
El asunto podría haberse resuelto trágicamente. Dentro de lo que cabe, don José Miguel se ha tenido que conformar con dos brechas en la cabeza, treinta puntos de sutura y la suerte de seguir vivo. El bilbaíno lo toma con humor, menos mal. Sobre la Ley Antitabaco dice a quien quiera oírle: Los que no acaben con pulmonía igual acaban como yo. Luego, delante de los micrófonos, don José Miguel reconoce que los tiempos cambian, y que será mejor dejar el tabaco. Ojalá se mejore usted pronto, don José Miguel, y que todo quede en el susto y la anécdota.
El cuento viene a que la desgracia del bilbaíno parece munición para nicotinómanos. En efecto, salta el accidente a las prensas y ya están esas voces airadas reclamando libertad. Ay, qué le vamos a hacer. Es que el humo les ciega, pobrecitos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario