Cuentan los de derechas un chiste, y todavía ríen. Dicen que un socialista al borde del abismo pide ayuda y socorro. Sujeto a una rama, apenas puede más y en éstas, cuando lo creía todo perdido, aparecen Rubalcaba y Chacón, tendiéndole la mano para ayudarle a salir del aprieto. El socialista en cuestión exclama con angustia: ¿No hay nadie más que venga a rescatarme?
Como ven, los de derechas se lo están pasando en grande. No tiene que hacer nada, sólo mirar. Ésas son malas noticias para la izquierda española, que vive un mal momento, uno de ésos que puede empeorar a poco que lo dejemos estar, y que empeora seguro si intentamos arreglarlo como hasta ahora.
Ser de izquierdas en España da pena, pero en Cataluña es un drama. No hablo de nada del otro jueves; sólo con ser un poco socialdemócrata, un poquito de nada, un poquito así, ya da para un desespero garantizado. Podríamos hablar mucho del desgraciado devenir de la historia, de los años sesenta hasta ahora, pero uno no haría más que ponerse mala sangre en el cuerpo. Pintan bastos para la izquierda en España, así, en general, lo digo yo y lo dice mucha gente. Unos con cara de satisfacción y regodeo y otros, entre los que me cuento, con estupefacción, lástima, irritación o desesperación, según el día, las condiciones meteorológicas y el capricho del azar, el destino y la estupidez humana.
En particular, la izquierda catalana da mucha, mucha pena. No existe la izquierda en Cataluña, hace mucho que dejó de existir. Liados con banderas, abandonados los propósitos del Estado del Bienestar, dada la intervención en la economía por perdida y convertidos todos en personajes de opereta, vacíos de contenido y seso, pero sedientos de comisiones, los líderes de nuestra llamada izquierda no dan la talla, ni la han dado, y la historia viene de antiguo. Y no se vislumbra nada que pueda ocupar el vacío que ha dejado su nefanda estupidez.
No nos entretendremos con la historia del fiasco, pero el mérito, si quiere llamarse así, del antiguo presidente Pujol no fue convertir una región moderna y dinámica en un país de provincias, que también, sino arrebatar el liderazgo a la izquierda obrera, entregarlo a la burguesía de toda la vida, ésa que antes fue franquista y ahora gasta barretina, y fundar una república bananera sin oposición alguna digna de tal nombre, traicionando a los que habían pasado el franquismo oprimidos y bien oprimidos, y favoreciendo a ésos que lo habían pasado fundando bancas catalanas o emborrachándose en las boites para bautizarse como izquierda divina, y ya me entienden.
Ya ven, todo comenzó con una traición. Al final, quienes ponían entonces la letra y la música y quienes la ponen ahora son siempre los mismos y quien desentona... simplemente es expulsado del coro y no se le oye. Lo único, que ahora la bandera no tiene gallina y tiene más rayas colorás. Lo demás, lo mismo.
Así de simple, nuestra izquierda no está a la altura de las circunstancias, ni parece que lo haya estado. Para acabar de hundirla sólo ha hecho falta dejarla gobernar. Ella misma se ha suicidado. Es para ponerse a llorar.
Paréntesis: Lo peor de todo este asunto, es que se puede decir lo mismo de la derecha catalana, que nos está hundiendo en la miseria. Sólo que ésta se ha hecho con el poder y no lo va a soltar. Corrupta y cínica, racista, clasista, ya no oculta su carcundia y cuando toca hacer cosas de verdad importantes, tira con palos de ciego, gobernada por ineptos y oportunistas. Así nos va, entre unos y otros.
Qué bruto que soy hablando de política, por Dios.
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