Cuenta un columnista de El Periódico que estuvo en Céret, Francia, en una corrida de toros el día de la Fiesta Nacional de Francia (14 de julio). Allá celebran las corridas de toros con el consuelo de la protección de la República Francesa y como un acto de reivindicación de las más nostradas tradiciones catalanas (sic). Véase, si no.
El periodista dice, en su artículo (copio): [...] Así que me senté junto a Pedro en la barrera de la pequeña plaza de Céret y la primera sorpresa de la tarde fue escuchar a la banda interpretando Els Segadors con el público puesto en pie. A continuación las cuadrillas hicieron su paseíllo y los areneros y monosabios aparecieron en el albero tocados con barretinas rojas y fajas y alpargatas. ¡Madre de Dios!
A lo que íbamos: los aficionados del norte de Cataluña acuden desde hace muchos años a las corridas de toros en Francia, no van a acudir, pero ahora también acuden porque no tienen otro remedio: el Parlamento de Cataluña prohibió las corridas de toros.
Por eso llama la atención que ese columnista de El Periódico que estuvo en Ceret, Francia, para ver correr unos toros saludara en la plaza a un conseller del actual Gobierno de la Generalidad de Cataluña. El consejero en cuestión se sinceró con el periodista.
Copio: Entre los asistentes veo a un conseller. Me acerco y nos abrazamos como el alguacilillo abraza al diestro antes de darle un trofeo. Le digo que tal vez harían bien en revocar la ley que fuerza a los catalanes a una emigración dominical. Me responde: "A ver si el Constitucional nos hecha una mano". Queda claro que el conseller es ante todo un aficionado.
Ahí va, la de Dios. Que un consejero de los Mejores (segunda edición) sea un aficionado a los toros no tiene por qué extrañarnos. El yerno del señor Mas organizó una juerga torera, sin ir más lejos. No, no, no me sorprende. Sus comentarios sobre el Constitucional, tampoco. Si el Tribunal falla contra la prohibición, podrá ver correr toros en casa con tranquilidad y rasgarse las vestiduras en público, acusando de varias maldades inefables y horrendas a las gentes de Madrid, que no nos quieren. Le irá de perlas.
¿Saben qué me sorprende? Que el nombre del consejero se mantenga en el anonimato. Que el periodista no diga quién es. Que no se atreva. Que no tenga lo que hay que tener. Eso es lo que, más que sorprender, me irrita. Ésta es nuestra prensa y así nos va.
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