El señor Mas tiene un grave problema de imagen.
Observen: ¡se está quedando calvo!
Si me preguntan por las declaraciones de ayer del presidente Mas en el Parlamento de Cataluña, les diré que para eso mejor que se hubiera quedado en casa. Vaya birria de declaraciones y los diputados, con un pie en la playa y otro en el escaño, no apretaron tanto como nos hubiera gustado que hicieran.
El señor Mas dijo que él es un irresponsable, sin duda, pues él, ¿responsable de lo ocurrido? Anda, hombre. Nada, ni un poco así. Si acaso, ése, dijo, señalando al tesorero.
Lo mejor del debate en comisión (que no en pleno, lástima) fue el tupé del presidente Mas. Porque, ¡atención, damas y caballeros!, el señor Mas tiene un problema muy serio, muy serio: ¡Se está quedando calvo! He ahí por qué la ingeniería capilar de su tupé, de repente, se ha convertido en lo más interesante y llamativo de su persona (lo demás no tiene interés alguno).
¿Podrá superar don Artur Mas el trauma de una alopecia irreversible? Nos da que lo digiere bastante mal, visto el peinado. ¿Influirá esta pérdida en su devenir político? Creemos que sí, estamos convencidos de ello.
El señor Mas se parece cada día más al señor Anasagasti. Al menos, en el peinado.
Hasta el momento, el tupé de don Artur Mas no alcanza el grado de atrevimiento formal del peinado del señor Anasagasti, senador hispano-venezolano por el Partido Nacionalista Vasco, pero todo se andará.
No es un problema menor. En Japón arrastran años y años de crisis económica por culpa de este caballero de alopecia impertinente y mal mimetizada.
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