Una de espías



El asunto de Método 3 hace ya un tiempo que me sobrepasa y he dejado de seguirlo con atención. La de mierda que corre por este caso... La dimisión del señor Zaragoza, del PSC, ha sido el último acto de un vodevil que tiene más de autopsia de cuerpo corrupto y agusanado (el de nuestra clase política) que de espectáculo cómico, o tragicómico. 

Que el señor Zaragoza, que no ha dimitido ni perdiendo elecciones como las ha perdido, ni teniendo el partido como lo tiene, tenga que dimitir por éstas, en un país donde no dimite ni Oriol Pujol (que sólo delega el cargo), un tipo que ha sido pillado en un caso de mamoneo de primera especial, que dimita, insisto, es mucho decir sobre la gravedad del caso. 

También dice mucho de la catadura moral de estos y otros personajes que del escaño no dimite nadie, ni Pujol, ni Zaragoza ni su abuela.

No se salva nadie, ¡nadie! Caen sospechas sobre el PP, que si sabía, que si no sabía; sobre el PSC, que ordenó o no ordenó espiar a éste, ése o aquél; sobre CiU, que se espiaba a sí misma... ¡Todos compraban los informes sobre todos los demás! ¡Y sobre uno mismo! Todos.

Hasta el Barça, que es como decir la misma esencia esencial del espíritu nacional o de la querencia colectiva, hasta el Barça, decía, espiaba por encargo de terceros y el señor Guardiola, ilustre sacerdote y santo varón de esta religión futbolera, ordenó espiar a las estrellas del balompié a su cargo, no se echaran novia o andaran por ahí de juerga. Lo dicho, que no se libra ni el apuntador.

Queda preguntarse si no sería conveniente reunir a todos los dirigentes patrios en un salón muy grande y de ahí enviarlos al exilio, lejos, bien lejos, y pedir a un país lejano y desconocido, como Nueva Zelanda, que nos enviase un recambio de dirigentes, por ver si es problema del motor o si, definitivamente, esto ya no tiene remedio.

¿Es esto lo suficientemente lejos?

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