Los Magos fueron tres... o más. En todo caso, parece que traían consigo un séquito numeroso de pajes y palafreneros. San Nicolás no aparece por ninguna parte, porque todavía no había llegado.
Los Reyes Magos eran tres, Melchor, Gaspar y Baltasar, aunque en la catedral de Colonia veneran la tumba de ¡doce! Porque el Evangelio no cita ni su nombre ni su número, se conforma con hablar de unos magos que vieron señales en el cielo y se plantaron ante Herodes preguntando por el Mesías y provocando, sin querer, la matanza de los Inocentes. Pero, en fin, se da por bueno que fueron Melchor, Gaspar, Baltasar y si acaso, nueve más.
En cambio, ¿quién es ese tal Santa Claus? ¿Pasó por Belén, por Nazaret, por Egipto? Parece ser que no. Nació, si es quien se cree que es, mucho después del paso de Cristo por la vida.
Estampita de San Nicolás de Bari, resucitando a tres niños.
Según se dice, sería Santa Claus en uniforme de ceremonia.
Peor me lo ponen cuando unos dicen que no es Claus, sino Noel, que viene de Noël, Navidad en francés. Un ser imaginario, pues, una personificación de la Navidad. Otros emplean palabras como el Abuelo, el Viejo o algo parecido en vez de Claus. Volvemos a mentar Claus, que viene de Niklaus, que es Nicolás, San Nicolás, uno que fue obispo en Anatolia, allá por Turquía, pero que se conoce como Nicolás de Bari, que está en Italia. La historia de Nicolás de Bari, que no es de Bari, merecería muchas más letras que éstas, pero ¿es Nicolás papá Noel?
La fiesta del solsticio de invierno tiene orígenes paganos y la Iglesia primigenia señaló el nacimiento del Cristo en esa fecha, como símbolo de renacimiento y esperanza. Ya saben: a partir del solsticio de invierno, los días se alargan y retorna la luz, que vence a la oscuridad.
La fiesta cristiana, pues, se apropia de muchos símbolos paganos. El más famoso, el árbol de navidad, que puede ser un abeto en medio de un bosque, como en Alemania, o un tronco al que dar de golpes para descargar en él todo mal, como el Tió de Cataluña y Aragón, que proviene de los pueblos pirenaicos. El papá Invierno en Rusia, la bruja buena (la Befana) italiana, los duendes celtas y un largo etcétera de criaturas mágicas comparten con los Magos el mercado del reparto de dulces y juguetes entre los niños cristianos. Convertidos a la nueva fe, se permiten seguir a lo suyo.
Santa Claus, tal como era a principios del siglo XX.
Papá Noel surge de entre las sombras del paganismo, quizá, pero es mucho más moderno que todo eso. Por razones que desconozco, Nicolás de Bari, que era anatolio, se convirtió en un santo varón venerado por los neerlandeses. Resulta llamativo que una vez éstos enviaron al cuerno a la iglesia católica y romana y se pasaran a la tropa protestante, siguieran celebrando la fiesta de San Nicolás, como si tal cosa.
Se llevaron la fiesta a las Américas, donde unos neerlandeses se instalaron en lo que ahora es Nueva York y entonces, Nueva Amsterdam. Durante la primera mitad del siglo XVII, los neerlandeses comenzaron a celebrar ahí mismo la Sinterklaas (de ahí Santa Claus) el 5 y 6 de diciembre, tal como la celebraban en Europa. Esa fiesta y el personaje de Nicolás estaban todavía muy alejados de nuestro Santa Claus.
Fueron los escritores y los poetas americanos de la primera mitad del siglo XIX los que dieron forma al personaje. Washington Irving lo bautizó Santa Claus, que es una forma de decir Sinterklaas; Moore lo convirtió en duende. Como duende, Santa Claus era enano, delgado, canijo, travieso y tenía las orejas puntiagudas. Ah, y vestía de verde. Se le proporcionó un trineo tirado por nueve renos (antes iba a pie).
Santa Claus con uniforme yanqui.
Durante la Guerra de Secesión, Santa Claus se declaró unionista y sólo trajo regalos a los niños antiesclavistas y partidarios de la Unión. A los secesionistas no les daba ni las gracias. Vistió uniforme azul o decorado con las barras y estrellas. Más yanqui, difícil.
En la segunda mitad del siglo XIX, la revista Harper's Weekly inició una serie de cuentos navideños en los que asomó Santa Claus. El duende pequeñajo se convirtió en un viejo gordinflón. Le montaron un piso en el Polo Norte, ahí es nada. Poco a poco, fue tomando forma el papá Noel que conocemos ahora.
Además, regresó a Europa. En Francia tenían un papá Noël (Navidad) que pronto tomó prestados los rasgos del Santa Claus yanqui. En los países sajones y anglosajones, Santa Claus tuvo mucho éxito. El Imperio Británico fue quien finalmente difundió la imagen de Santa Claus por todo el mundo. En el sur de Europa, es decir, en su porción civilizada, persistió la fiesta de la Epifanía y Melchor, Gaspar y Baltasar en España y la Befana en Italia contemplaron al recién llegado con estupor.
Santa Claus ficha por la Coca-Cola y ésta lo viste de color rojo.
En 1931 intervino la Coca-Cola en la leyenda de Santa Claus. Hasta entonces, el gordo, bonachón y barbudo Nicolás vestía como le venía en gana. Como obispo, algunas veces. De blanco, con bordados en oro aquí o allá. De verde y con capirote, como los duendes. El verde era su color favorito.
La pausa que refresca... a Santa Claus.
Los niños, Santa Claus y la Coca-Cola. En Pepsi Co. se muerden las uñas de envidia.
Tantas confianzas con los niños a veces dan grima.
Feliz Navidad a todos.
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