Todo el mundo corre a hacer un resumen del año con un compendio de noticias o un listado de cosas: las mejores (o peores) películas del año, los libros que han merecido leerse, los avances científicos más sorprendentes, las noticias del corazón más apabullantes, un obituario (de cantantes, políticos, actores...), etcétera. ¡Qué les voy a contar!
Me sumo a la moda, pero con un punto (un puntito, apenas) de originalidad. Me bastará una noticia para resumir el año en Barcelona, en Cataluña, hasta en España. Y no será la noticia más importante, ni la más espectacular. No serán tricentenarios (no, líbrenos Dios de sufrirlos otro año), no serán referendos, manifestaciones, atentados o declaraciones inefables de políticos mediocres. Tampoco, la crisis. No. Será una noticia a pie de página que llama la atención por sintomática. La noticia sintómatica de nuestro 2014. Ahí va.
El 14 de noviembre de 2014 se anunció a bombo y platillo que Barcelona iba a ser el foco de atención del mundo mundial el 1 de enero de 2015. A decir de los organizadores del futuro evento, que tiemble Viena. Porque se trataba de organizar, ahí va eso, el Concierto de Año Nuevo en la Sagrada Familia.
Barcelona Lux Mundi
Así, 2015 se estrenaría en Cataluña (por ende, en el mundo) con una retransmisión radiotelevisiva que llegaría a docenas de países de este y el otro lado del mar, a centenares de miles de millones de oyentes, con las notas patrióticas y musicales de la coral Catalonia (creada para la ocasión) y una orquesta de cierto renombre, en la que (cito) participan algunos españoles, la Mahler Chamber Orchestram. El programa, que no se hizo público, estaría formado por (cito) una hora y cuarto de música sacra y tradicional catalana. ¡Que se quiten los valses, carajo!
La Sagrada Familia, símbolo de catalanidad, modernidad y progreso.
También, sala del concierto mundial de música sacra y canciones populares del país,
Sólo saberse la noticia, en Viena se cagaron de las patas p'abajo, en palabras de un técnico del Ayuntamiento de Barcelona. Más concretamente, a decir de los periódicos, dijo que (ahora sí que cito)
La idea de esta velada musical de inicio de año surgió en una tormenta de ideas [...] La llamada marca Barcelona vende muchísimo, y si encima el escenario elegido es la Sagrada Familia, aún más. Eso, con un director de este prestigio [Gatti], es juntar el hambre con las ganas de comer [...] No sólo se pretende crear una tradición, sino que se aspira a crear un evento cultural de tono cosmopolita y con repercusión en todo el planeta [...] Como gobierno municipal buscamos esta clase de evento y actividad, que tenga repercusión, eso es bueno para la ciudad. Y no vamos a negar que estamos implicados en la organización [que encargaron a Mediapro, es decir, privatizaron otorgando el contrato a los de siempre].
Luego se apresura a añadir, más prudente: Trabajamos en esta línea, pero ahora mismo no podemos confirmar que vaya a celebrarse porque hay muchas partes implicadas y no está firmado.
La espectacular sala de conciertos de la Sagrada Familia.
¿Qué tal su sonoridad?
¡Santa prudencia! Pero ¡qué imprudencia, también! Porque ese 14 de noviembre la noticia se coló en todos los periódicos del régimen, y se coló como importante: en La Vanguardia, en El Punt-Avui, en Ara, en El Periódico... También en las radiotelevisiones del Grupo Godó o de la CCMA (TV3 et Co.). A decir de todos los enteraos de tertulia, nos íbamos a merendar a los vieneses.
Arriba, la Sala Grande con la Filarmónica de Viena y tutti quanti.
Abajo, el Musikverein vienés, que es como el Palau de la Música, pero sin Millet y con mejores músicos.
¡Ni punto de comparación con la Sagrada Familia y la coral Catalonia!
Así que Das Neujahrskonzert der Wiener Philharmoniker, es decir, el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, ése que tocan en la Grosse Saal (Sala Grande) de la Musikverein vienés, ése con el Danubio Azul y la marcha Radetzsky, la sonora y alegre entrada de año de la ciudad que vió nacer el capuccino y el croissant, la memoria musical de mis años y la tradición no escrita de los saltos de esquí y música de Strauss, ya podía hacer las maletas, que no tenía nada que hacer ante un coro catalán cantando Boig per tu en la nave central de la Sagrada Familia (que debe de resonar una mala cosa, ahora que pienso).
El colmo fue, y no es broma, que los periodistas (citando a las autoridades) afirmaron que Daniele Gatti, el director escogido para dirigir el concierto, había aceptado porque, a diferencia de la mayoría de directores de orquesta, que son rusos o judíos, es católico (textual) y por lo tanto, la idea de actuar en un escenario como la Sagrada Familia con toda seguridad le ha seducido (sic). ¡Rusos, judíos...! ¡Menos mal que quedan todavía directores de orquesta católicos!
Lo mejor se publicó cinco días después, el 19 de noviembre. Eso sí, en letra muy, muy chiquita y en sólo unos pocos periódicos, no fuera a leerse. La escueta nota de prensa decía que el concierto no podía celebrarse... por falta de calefacción.
Es que somos así, qué le vamos a hacer.
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