¡Hola! Pfff... Perdón.
Se ha publicado recientemente un estudio sobre el impacto de la ingravidez en el cerebro de los astronautas. ¿Creías que el cerebro iba a librarse de ésa? Pues, no. Al flotar ingrávido, la parte superior del cerebro presiona sobre la parte superior del cráneo, afectando a su morfología. También sufre el nervio óptico, presionado por la nueva ubicación del órgano pensante. Hasta qué punto es todo reversible o irreversible o afecta al conocimiento y la psicología de los astronautas, no queda todavía del todo claro. Que los astronautas sufren un impacto psicológico viviendo tal aventura es evidente (me imagino en su lugar y...) y eso complica el estudio, naturalmente.
La medicina está muy interesada en los cambios que se producen en la ingravidez del espacio y sus consecuencias, y conocemos muchas de ellas. Por ejemplo, el mareo y las náuseas. De ésas no se libra ni el más avezado piloto, ni el más experimentado astronauta. Uno de cada cuatro astronautas sufren un mareo que le deja fuera de combate por un día o dos, incapaz de dar pie con bola. Luego suele pasarse, y da igual quien seas o cuántas veces hayas estado antes en el espacio, porque le puede dar (o no) a cualquiera.
En medio del experimento... ¡Pam! Pfff... ¡Vaya!
También es muy conocida (y lógica) la atrofia muscular, porque en ingravidez ¿para qué necesitamos las piernas? El corazón mismo, dicen, se encoge y se vuelve perezoso. Los médicos e ingenieros que se ocupan de estas cosas han establecido rigurosas tablas de ejercicios gimnásticos para los astronautas que pretendan permanecer una temporada en el espacio, con la intención de combatir esta atrofia, con un éxito relativo. Y como éstas, otras muchas consecuencias de andar haciendo el tonto en órbita.
Aquí, haciendo el tonto en órbita y... ¡Prrrram!
Éste ha sido de los buenos.
Otras consecuencias son menos conocidas, pero tienen un considerable impacto en la vida de los astronautas. En ingravidez, las tripas flotan más o menos libremente y bajo esas condiciones los astronautas sufren más flatulencias de las que sufrirían con un régimen a base de fabada. Los gases remueven las tripas y claman por salir y los médicos de la NASA, enfrentados a tan grave problema, han optado por una solución tan simple como radical. Si te vienen ganas de tirarte un pedo, dicen, no te prives y déjalo ir. Peerse en el espacio es, pues, una necesidad y una obligación. No hay disimulo que valga y los cuescos van y vienen como salvas de artillería en plena batalla en el espacio sideral. Lo de La Guerra de las Galaxias es un juego de niños a su lado.
¡Por Dios, qué peste! ¡Que alguien abra las ventanas!
Sumen al constante peerse que la ducha sea complicada en el espacio y que la higiene personal sea la imprescindible, a base de toallitas de papel, porque no hay lugar para mucho más. Hieden los pies, los alerones y se suma a la orgía el metano y los sulfuros que expelen los cosmonáuticos culos. No es de extrañar que la primera impresión de los recién llegados a la Estación Espacial Internacional (ISS) sea el olor que hace. Es algo asqueroso, confesó, no hace mucho, un avezado astronauta. Pero luego uno se acostumbra, porque uno se acostumbra a todo.
Sí amigo, parece que el ser humano se adapta a cualquier guarrería.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó