La clase de esgrima (Miekkailija, 2015) es una coproducción finesa, estonia y alemana dirigida por Klaus Härö, con un guión de Anna Heinämaa, interpretada por Märt Avandi, Ursula Ratasepp, etcétera. Estuvo nominada para llevarse un Oscar o un Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa y las críticas la dejan bien, sin llegar a tirar cohetes. Es, en pocas palabras, una película que se deja ver, amable, correcta. Además, va de esgrima, y ahí me han dado.
El argumento se basa (me dicen) en hechos reales. Endel Nelis huye de Leningrado y se instala como profesor de educación física en un pueblecito de Estonia, Haapsalu. El ambiente es agobiante, por varias razones, y no es la menor vivir bajo el régimen de terror de Stalin. De hecho, Nelis intenta pasar desapercibido en Haapsalu porque durante la guerra... No diré más. Pero sí diré que practica la esgrima (tira con florete) y sin querer, como quien dice, acaba dando clase de esgrima a los niños del pueblo, aunque el director del colegio considera que la esgrima es una práctica feudal y, por lo tanto, poco socialista. Ahí germina el drama, y ahora sí que no digo más.
Por si les interesa, la parte de la esgrima está muy bien llevada. Y la consideración poco socialista de la esgrima es real, pero cambió en seguida cuando vieron el éxito de los tiradores húngaros (y socialistas) en los Juegos Olímpicos. La historia de la esgrima en Hungría justo después de la Segunda Guerra Mundial merecería mucho más espacio que éste. Otro día será.
La película vale la pena. En serio. También proporciona material para pensar un poco acerca de la grandísima suerte que tenemos de vivir aquí y ahora y no allí, entonces. Tendríamos que pensárnoslo dos veces antes de mencionar palabras como represión, por ejemplo, visto lo que pasaron (y pasan) gentes menos afortunadas que nosotros.
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