Ante las devastaciones de grandes obras -edificios o ciudades enteras- nos cuesta aceptarlo. Las grandes obras se han pretendido tales para transmitirnos absolutos (por lo tanto, imposibles) tales como eternidad, belleza sublime, cosmogonías, perfección de conocimientos y de realización...Por eso nos duele que se destruyan las ruinas de Palmira, la ciudad de Dresde, la Biblioteca de Alejandría que se cita siempre, la ciudad de Bam en Irán, el incendio de la catedral de León de 1966, esto de Notre Dame...ya sea por mano humana de guerras y persecuciones, ya por el accidente fortuito que siempre persigue a los hombres, ya por los terremotos o inundaciones. Las culturas humanas siempre han querido proyectar y sobredimensionar sus obras como si fueran a existir siempre. Pero la vida es efímera, para los hombres y para sus obras. De hecho muchos monumentos de nuestros días han sufrido destrucciones y reconstrucciones consecutivas. Y no olvidemos que Viollet-le-Duc ya hizo su versión particular sobre Notre Dame en el siglo XIX. En efecto, nada es eterno y disfrútese de las visiones mientras lo objetivo persista y lo objetivo -nuestra mirada- sobreviva.
Ante las devastaciones de grandes obras -edificios o ciudades enteras- nos cuesta aceptarlo. Las grandes obras se han pretendido tales para transmitirnos absolutos (por lo tanto, imposibles) tales como eternidad, belleza sublime, cosmogonías, perfección de conocimientos y de realización...Por eso nos duele que se destruyan las ruinas de Palmira, la ciudad de Dresde, la Biblioteca de Alejandría que se cita siempre, la ciudad de Bam en Irán, el incendio de la catedral de León de 1966, esto de Notre Dame...ya sea por mano humana de guerras y persecuciones, ya por el accidente fortuito que siempre persigue a los hombres, ya por los terremotos o inundaciones. Las culturas humanas siempre han querido proyectar y sobredimensionar sus obras como si fueran a existir siempre. Pero la vida es efímera, para los hombres y para sus obras. De hecho muchos monumentos de nuestros días han sufrido destrucciones y reconstrucciones consecutivas. Y no olvidemos que Viollet-le-Duc ya hizo su versión particular sobre Notre Dame en el siglo XIX. En efecto, nada es eterno y disfrútese de las visiones mientras lo objetivo persista y lo objetivo -nuestra mirada- sobreviva.
ResponderEliminarGracias por el artículo.