Para compensar Kanikosen y la denuncia de tantas miserias, no viene mal un poco de Mark Twain, del Mark Twain más gamberro, el que escribe pequeños relatos de humor, que son igualmente demoledores, porque el señor Clemens (que así se llamaba el escritor) es de ésos que pone el dedo en la llaga. Este librito, que edita Navona y traduce Carme Font, es ideal para un viaje en tren a media distancia, porque se lee en un pispás y enaltece el espíritu. Es una obra menor, pero no digo menor despectivamente, sino considerando sus pretensiones, que se cumplen con creces y de modo altamente satisfactorio.
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