Expolio de la sagrada Ilión


Unas amigas mías han estado este verano en Turquía y han visitado el emplazamiento de la sagrada Ilión, la de los numerosos caballos, la niña de los ojos de Poseidón y Apolo, patria de teucros y escenario de numerosos hechos de armas que narró Homero de ágora en ágora y que han llegado hasta nuestros días a lomos de palabras y versos que honran la memoria de Héctor, la ira de Aquiles, la sagacidad de Odiseo, la suerte de Eneas o la ambición de Agamenón.

Troya, lo que se dice Troya, es hoy poco más que un montón de piedras. La Troya homérica, la sagrada Ilión, es la VII-A, o por ahí, porque la Troya arqueológica describe no una ciudad, sino una ciudad encima de otra que está encima de otra y así unas cuantas veces, y cada una de las capas ha sido bautizada de una manera aséptica y científica. La Ilión de tirios y troyanos es, pues, la VII-A.

Mis amigas, sin pensárselo dos veces, recogieron esta piedrecita del suelo de la sagrada Ilión, para regalármela. Es técnicamente un expolio de un lugar reconocido como Patrimonio de la Humanidad, pero se excusan asegurándome que es la misma piedrecita que aparece en el verso 12.169, ésa que el poeta descubre en el zapato de Licaón, hijo de Príamo, que luego la diña a manos de Aquiles, por andar cojo del pie. Yo les digo a todo que sí, pero, la verdad, no acabo de creérmelo. Creo que el verso era el 11.915. Lo comprobaré.

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