Estos días se ha celebrado en Barcelona la semana BCNegra. Lo que comenzó como una reunión de amigos que hablaban de novelas policíacas se ha convertido en una semana llena de actos, seminarios, debates, conferencias y exposiciones de renombre. Durante unos días, el crimen es protagonista de las páginas culturales de los periódicos y los curiosos pueden escuchar debates entre escritores del género negro y fiscales, policías, incluso criminales, de carne y hueso.
Este año, en uno de esos debates, el fiscal anticorrupción don José Grinda, dijo que existían mafias policiales en Barcelona, y avisó del peligro que suponía su existencia. Afirmó que los prostíbulos, el puerto y algunas comisarías eran su terreno en el juego del crimen y señaló que algunos funcionarios públicos no harían ningún asco a un soborno; más bien, dijo, están deseando ser sobornados. Esto, en un debate sobre las mafias rusas.
También dijo que la mayoría de los funcionarios de policía o los números de la Guardia Civil cumplían con su deber lo mejor que podían, y que perseguían con denuedo cualquier corrupción policial. Por lo demás, el señor fiscal no hizo ningún descubrimiento digno de tal nombre y dijo lo que ya sabemos todos.
Que hay policías metidos en asuntos de putas se sabe de viejo, y hace poco se supo de alguno implicado en el asunto del burdel Saratoga, por ejemplo. Que un puerto es zona de paso de contrabandistas y traficantes es también evidente, y esos caballeros no dudan en enjabonar a quien sea para facilitar el porte de su negocio, por lo que un policía corrupto en una ciudad portuaria no es una rara avis. Que, visto lo anterior y cómo funciona el país, hay comisarías en la que un grupo de desalmados hace su agosto... Aquí y en todas partes.
Pero las palabras de don José Grinda provocaron una tormenta en un vaso de agua. El señor Fernández, ministro del Interior, se puso como una moto y trasladó su malestar (es decir, le pegó una bronca de padre y señor mío) al fiscal general del Estado, el señor don Eduardo Torres-Dulce. Más concretamente, el ministro trasladó al señor Torres-Dulce su disgusto, sorpresa, estupor e indignación, según los periódicos.
Nos imaginamos el humor del señor Torres-Dulce de vuelta a su despacho, y no queremos ni imaginar cómo zurró de lo lindo al señor Grinda así que lo tuvo a tiro. La bronca ministerial tuvo resultados casi inmediatos. Se filtró una carta del señor Grinda al señor ministro, y filtrar en este caso es eufemismo, en la que el fiscal anticorrupción juraba y perjuraba que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado eran lo más chachi que uno podía echarse a la cara, que eran profesionales como la copa de un pino y que su ejemplaridad en el cumplimiento del deber estaba fuera de toda duda. Ya lo había dicho en su charla de BCNegra, pero insistió, por si no había quedado claro. Eso, en cristiano, se llama bajarse los pantalones, aunque nadie puede censurar al señor Grinda, porque lo que dijo aquí y lo que dijo allá es coherente y porque mejor hacerle la pelota al irascible ministro que abandonar el cargo por un quítame allá esas pajas.
O sea, que las mafias policiales de Barcelona, pese a las noticias y evidencias publicadas en las páginas de sucesos son, a decir del ministerio... un recurso literario.
De eso hace tres o cuatro días. Pero ayer mismo, un juez se personó en una joyería del Paseo de Gracia con una escolta de mossos d’esquadra (policías autonómicos catalanes) para acceder a los libros de contabilidad. Se armó mucho alboroto, porque la joyería es conocida y el lugar, frecuentado.
Se ha sabido que alguien regaló, o algunos regalaron, relojes de lujo al menos a cinco altos funcionarios del cuerpo de los Mossos d’Esquadra, y que estos personajes también aceptaban pagos a cambio de información. Se habla de 400.000 euros en relojes de oro, lo que no está nada mal. Ese alguien, o esos algunos, era traficante de drogas ilícitas y estupefacientes. Parece que también andan metidos en el ajo algunos números de la Guardia Civil y que el asunto tiene que ver con la mafia policial, el puerto, las drogas y seguramente, las putas de Barcelona.
Me imagino la sonrisa del señor Grinda, que no se equivocó cuando dijo lo que dijo, y el disgusto, sorpresa, estupor e indignación del señor ministro Fernández, que, ahora sí, se enfrenta con un marrón de mucho cuidado, porque una red de corrupción policial no es moco de pavo.
Muchas gracias. Exactamente es lo que era correcto. Son ellos, Guardias Civiles, Policías y Mossos los que investigan y descubren
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