El precio, por las nubes


Lo cuentan los hermanos Luppi, Ermanno y Romano, a Michael Dregni (autor de Inside Ferrari). Los hermanos Luppi fueron testigos de un suceso que pasa por leyenda, pero que bien pudiera ser cierto. Durante los años cincuenta y sesenta, trabajaron en los talleres de la Gestione Sportiva, donde se fabricaban los automóviles de carreras. 

Los trabajadores de la Gestione Sportiva no tenían horarios. Los de fábrica, en cambio, sí. En la Gestione Sportiva trabajaban en la puesta a punto del Ferrari 250 GTO y se les había echado la noche encima. Al día siguiente tendrían que subirlo al camión y enviarlo al circuito, a batirse contra Jaguar. Mientras tanto, en las oficinas, el Commendatore, Enzo Ferrari, lidiaba con el Consejo de Administración. Eran tiempos revueltos para el negocio, que acabó en manos de FIAT antes que rendirse a la oferta de Ford.

En éstas, los mecánicos de la Gestione Sportiva se encontraron con que no tenían tapicería para los asientos. Corrieron a la sección de tapicería de la fábrica, pero hacía tiempo que los trabajadores se habían ido a casa. El cuero bajo llave y los mecánicos de la Gestione Sportiva, sin ella. ¿Qué hacemos? ¡Hay que tapizar los asientos! Trajeron de vuelta lo único que encontraron, la tela azul de algodón con la que se confeccionaban los monos de trabajo de los mecánicos de la fábrica Ferrari. Con el jefe a punto de inspección, forraron los asientos del bólido con esa tela, rogando a todos los santos que el Commendatore no se los comiera crudos. 

Mecánicos de Ferrari con el mono de color azul y un 250 GTO.

A medianoche apareció el jefe. Ferrari, acompañado del resto del Consejo de Administración, entró en el taller. Se abalanzó sobre el 250 GTO y lo examinó de arriba abajo. De repente, dio un paso atrás. La tela azul de los asientos... Echó una mirada terrible a los mecánicos y se retiró, sin decir una palabra.

Lo cierto es que durante los años sesenta, del primer Ferrari 250 GTO (Gran Turismo Homologado) al último Ferrari 250 LM (Le Mans), casi todos fueron tapizados con esa robusta y humilde tela azul. Que cada uno interprete el gesto y la leyenda como quiera, pero los bólidos de Maranello vistieron todos el mono de trabajo de los obreros de Ferrari en competición durante muchos años.

No sé si éste 250 GTO llevará el asiento forrado con la modesta tela que vestían los mecánicos, o con el cuero de una vaca de Yorkshire alimentada con grano ecológico importado del Canadá en un establecimiento con calefacción y agua caliente, pero ¡Dios mío! Se ha vendido por 52 millones de dólares, que son 38 millones de euros. Quien dice 38 dice 37 o 39, da igual, que tan alto no llego y me da lo mismo uno más o uno menos, qué quieren que les diga.

Sólo se fabricaron 36 Ferrari 250 GTO, homologadas para competición. Gracias a la técnica de la carrocería superleggera, sólo pesaban 880 kg, más o menos. Su chasis era convencional, tubular. La carrocería, martilleada a mano, de aluminio. El motor era una maravilla, pero todos los mecánicos de la Gestione Sportiva y los expertos que han restaurado después estas máquinas coinciden en que no se prestó atención más que a la mecánica. Los acabados, aseguran, eran deficientes. Ya saben: abolladuras, remaches sueltos, carrocerías mal terminadas, un tapizado de tela barata (sic)... Eran coches funcionales, hechos para correr, no para presumir, y ahora... ¡treinta y ocho millones de euros! ¡C...!

La 250 GTO de 52 millones de dólares, vendida en subasta.
Le han puesto los asientos de cuero, maldición.

La agencia Bloomberg anuncia que se ha vendido un 250 GTO por esta cifra, en una subasta en los EE.UU. Éste en concreto era de un coleccionista español (¿quién?) que en 1974 lo vendió a Paul Pappalardo, un tipo de Connecticut (EE.UU.). El número de chasis, el 5111. Ganó el Tour de France en 1963. El año pasado se vendió otro GTO, del que ya dí noticia en El cuaderno de Luis, pero éste de ahora ha salido un 49% más caro. ¡Un 49% en un año!

El índice HAGI (Historic Automobile Group International) mide una serie de índices financieros (sic) para valorar el mercado de los automóviles clásicos. A los amantes de los automóviles, tratar a estas joyas como fondos de inversión nos produce una terrible amargura, pero sucede lo mismo con la pintura y hay que j... fastidiarse, quería decir. Pues, como les iba diciendo, el índice HAGI para Ferrari ha crecido un 54,52% en 2013, y en los últimos treinta años, un 15% anual para las Ferrari consideradas más raras. Así que, amigos lectores, si no se compran ahora un Ferrari, luego no les va a llegar.

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