Kombat, la gran fotografía de Max Alpert.
Una de las fotografías más famosas de la Segunda Guerra Mundial es Kombat. En verdad, es Kom-Bat, una abreviatura, en ruso, de comandante de batallón, argot militar. Fue tomada por el fotógrafo Max Alpert el 12 de julio de 1942, en Khorosheye (o Jorósheye), cerca de Voroshilovgrado (hoy Luhansk o Lugansk), Ucrania. Otros dicen que fue en lo que ahora es el poblado de Slavyanoserbsk. En todo caso, por ahí cerca.
No hablaremos de la gran historia, sino apenas de esta fotografía y sus protagonistas. Brevemente, además.
En julio de 1942, el Ejército Rojo retrocedía de nuevo. La ofensiva que había lanzado contra Jarkov se había convertido en una gran derrota. Retrocedía desangrado, después de meses de lucha inútil. Max Alpert trabajaba entonces para la agencia TASS, como fotógrafo y reportero de guerra. Contaba con 42 años y una carrera envidiable. Sus reportajes sobre la construcción de grandes presas hidroeléctricas o sus retratos de Stalin se habían reproducido en todo el mundo.
Esta vez, sin embargo, pintan bastos. Está en primera línea, con los soldados del 220.º Regimiento de Fusileros, 4.ª División de Infantería, que pretenden contraatacar. Los alemanes los han visto venir y tiran con la artillería. Llueven los obuses sobre los soldados, que se pegan al suelo para librarse de la metralla. Max Alpert no va a ser menos que los demás y se esconde en un agujero. De repente, parece que cesa el bombardeo.
En éstas, Max Alpert ve como un oficial se pone en pie. Se había refugiado de las bombas a dos pasos de él. Se levanta, digo, echa mano a una pistola, pega dos tiros al aire, se vuelve hacia sus hombres y grita ¡Adelante! ¡Adelante! Max Alpert no se lo piensa dos veces y saca una fotografía al instante. Aprieta el disparador por puro instinto. ¡Chas! Mientras los fusileros gritan ¡Hurra! ¡Hurra!, se levantan y corren contra el enemigo, Max Alpert se descubre de nuevo en el fondo del agujero, aturdido, sordo. ¿Qué ha pasado?
Mientras le sacaba la fotografía al oficial los cañones alemanes han reiniciado el bombardeo. Así le da a la palanca para pasar al siguiente fotograma, ¡pum! Las granadas alemanas caen sobre ellos, una tras otra. Una esquirla de metralla le ha golpeado la cámara y la ha destrozado. La onda expansiva le ha devuelto a la madriguera. El audaz reportero ha salvado la vida de milagro.
Desde el fondo de su agujero, todavía confundido, no oye los ¡Hurra! ¡Hurra! ni el ¡Adelante! ¡Adelante! No hay más que silencio. Tardará en pasársele la sordera.
Asoma la cabeza para contemplar el campo de batalla. El oficial que ha fotografiado yace unos pasos más allá, reventado por un obús. Los fusileros han vuelto a pegarse al suelo. El ataque ha fracasado, hasta aquí hemos llegado, dicen. Recupera el oído y oye decir que han matado al comandante.
Max Alpert regresa al cuartel general como puede, sucio, con la cámara hecha pedazos, pero todavía vivito y coleando. Su ayudante le dice que puede salvar parte del carrete. Max no le cree, pero no se pierde nada probando. En el cuarto oscuro, salvan dos fotos, dos. Una de ellas, la del oficial que grita ¡Adelante! ¡Adelante!
¡Caramba! Tan pronto tiene una copia delante de sus narices, Max Alpert sabe que ha hecho una gran fotografía, pero no sabe a quién ha fotografiado. Con la cámara rota, en medio del fregado, en contra de su costumbre no ha tomado nota de nada. ¿Quién es el oficial de la pistola? ¿Cómo se llamaba? Max Alpert cree que ha fotografiado a un comandante de batallón, ése que decían que ha muerto, y el oficial de Propaganda dice que vale con eso. De ahí Kombat, el título de la instantánea.
Max Alpert, con la cámara fotográfica dispuesta, un año más tarde.
Pasan los años. En mayo de 1965, el diario Pravda publica un número especial. Celebran el 20.º aniversario del final de la Gran Guerra Patria (o Patriótica), la Segunda Guerra Mundial. Publican en portada la fotografía de Max Alpert, que todavía vive. Kombat vuelve a ser portada y esta vez, trae cola.
Pronto se ponen en contacto con los periodistas del Pravda la mujer y el hijo de Alexey V. Yeremenko. Yeremenko era el politruk, el comisario político del 220.º Regimiento de Fusileros, no su comandante. Yeremenko es el tipo de la pistola, el héroe. Es mi padre. Es mi marido. En la redacción del Pravda no dan crédito, pero tienen que rendirse ante la evidencia. Es Yeremenko, reconocen. El héroe no es ya un soldado anónimo.
Max Alpert sabe al fin quién se alzó delante de él gritando ¡Adelante! ¡Adelante! para morir pocos pasos más allá, víctima de la granada que tenía que haberlo matado también a él.
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